Cuando la mujer reprime su libido, desconoce cuál es su placer sexual ignorando por completo que es el punto de partida de la evolución sexual. Si por el contrario a reconocido su libido, transitando con curiosidad y exploración, trascendiendo culpa y juicios, su evolución sexual la irá conduciendo al re-conocimiento amoroso de los cuerpos que vibran a una dimensión sutil del alma.
        Ésta es mi premisa…aunque debo reconocer que  la experiencia en la corporeidad cotidiana  desde el vamos es alienante. 
        Cuando la represión social estandariza la sexualidad, permitiendo cánones sexuales en los que solo ciertas prácticas son aceptadas y quedan exentos  ciertas ejecuciones o pensamientos  asociados a lo vergonzoso y sucio. Ella busca el amor romántico con toques de pasión –él la despoja de su ropa con una previa mirada intensa para luego violenta pero artísticamente  poseerla contra la pared-… así, igual que en las películas.  . Ella se viste y muestra como la más exuberantes de las guerreras pero luego no desnuda sus armas, sólo acepta escenas aprendidas que le suenan a amor romántico y apasionado. Mientras tanto, él juega el rol que ella permite dentro del cortejo; el resto de sus necesidades -que seguramente son muchas más, y no todas de índole sexual: como compartir incluso verbalmente sus gustos, sensaciones en determinados momentos del contacto físico íntimo- también queden relegadas al ocultamiento de la represión o a la doble vida. Él con su simpleza inocente capta el mensaje y rápidamente aprende a separar a la mujer amada de la mujer sexuada. Él aprende de ella, que esa intensidad  y erección casi constante con solo imaginarla desnuda, es vergonzosa porque es instintiva y animal. Oculta su naturaleza masculina, creyendo que es, según ella, una reacción  biológica «desprovista de amor», porque se siente rechazado. Siente que la mujer que ama  rechaza  su forma de expresar el amor y se domestica para poder ser aceptado dentro del juego sexual. En su fuero íntimo se avergüenza aunque no sepa reconocerlo, siendo muy macho en el trabajo o junto al resto de la manada. Sentirse desvalorizado en su Don esencial, lo des energiza, lo hace sentir confuso e  indigno de sus carnes porque no puede aplacar su pulsión, pero se conforma, se conforma sabiendo que no es el único y que el universo femenino es indescifrable.

          La verdadera cuestión es que ellos como pareja sí se eligen y se aman dentro de su formato, aunque su sexualidad  sólo se extienda al límite de lo socialmente correcto que ella estipule, bueno… a dónde lo permita su educación, que con suerte es dejar volar su imaginación  hasta donde las películas lo permitan, las películas de Hollywood no las XXX. Son del tipo de  parejas que permanecen en el tiempo con acuerdos de tácitos. Cualquier razón que encuentren para estar juntos que no esté en el encuadre de la pareja evolutiva hace que el sexo sea disfuncional generando como efecto secundario: la violencia no activa
           
            Una de las consecuencias, y tal vez la menos abordada, es lo violento que puede resultar no sentir satisfechos los deseos sexuales ocultos de ambos dentro del encuentro íntimo de la pareja. De éste modo ambos operaran con ciertas tensiones que están allí naturalizándose dentro del diario compartir que se convierte en el juego de poder en el que cada uno defiende su integridad amenazada. Él intenta afianzarse en su rol masculino haciendo uso de su fuerza, lo que lo convierte en un macho .Un bucle en el que ella toma silenciosas represalias donde más le duele y así sucesivamente, sin sobrepasar los límites legales de la violencia, no hace falta. –no hablo aquí de violencia de género literal, o abuso emocional- hablo de mínimas  sutilezas de la vida conyugal que ocurren en muchísimas parejas que se aceptan dentro de un cliché socialmente aceptado: silencios, ironías, miradas, gestos, dobles mensajes, atisbos en los móviles o bolsillos, como el típico “eres igual que tu padre o tu madre», según el caso”, referirse a él o a ella como «este» o «ésta». Del mismo modo y en igual intensidad, pero del extremo opuesto se aman siendo compañeros de la vida tiernos y atentos el uno con el otro. Fluctúan entre estas dos vertientes con un trasfondo de gran tensión, porque hay un tema que se niega el apetito sexual- lo reprimido que está en cada uno y fundamentalmente aquello con qué lo tienen asociado.  Ella puede sentirse una puta y él un degenerado que esta empalmado siempre, lo que no saben ellos es que es verdad.  Ella es una mujer que potencialmente disfruta sexualmente de su cuerpo y él siempre está dispuesto a ese goce lujurioso. Cuanta más  represión sexual experimentan  más violencia subyacente hay entre ambos. Repito: no hablo  de patologías extremas como las implicadas en actos de violencia de género, a veces elevar el tono de voz con inflexiones irónicas, una muesca sonriente  sin siquiera soltar un palabro es de suma violencia, otras veces el silencio, las distancias corporales al estar juntos excusados en discusiones domesticas, falta de atención de cuidado y olvidos cargados de represión sexual.
            No satisfacer la propia sexualidad y no ser capaz de compartirla en pareja hace creer a los participantes de la misma que están solos e incomprendidos, porque duermen a diario con alguien con quienes no pueden ser íntimos.
«La India»