Vivimos tan inconscientemente aferrados a los programas que impone la sociedad, que nos han hecho creer que hacer el amor, es el acto casual de encontrarnos en la cama un momento para tener un efímero placer sexual, dentro de la relación de pareja en convivencia. Es decir, al cabo del día en el que cada integrante de la pareja ha vivido su agenda laboral, sus compromisos hogareños y ha atendido a las emociones que esto le conllevan -estrés, prisas, presiones-  cae en el lecho compartido con cansancio mental  y desmotivación sexual, más la ansiedad y preocupación de cómo responder al compañero o compañera. Esto ocurre porque además de estar dentro del reloj que nos dice a qué hora debemos ir a trabajar, almorzar o coger un autobús, también tenemos nuestro tic tac que nos sigue el paso en aquello que tenemos pendiente dentro de nuestro corazón. En nuestro interior hay un mundo de sensaciones propias y privadas muchas veces inexplicables con palabras que cohabita con otro mundo virtual: el de  nuestra mente, entre uno y otro se crea un abismo a la hora de irnos a dormir junto a la persona más íntima que comparte nuestro hábitat. Llegar a final del día y pensar si él estará cansado hoy para hacer el amor, o por al contrario, saber que desde hace unas semanas tengo mucho trabajo sin ánimos sexuales, con el cortisol por las nubes, (hormona producida por la glándula suprarrenal ubicada en el chacra sacro que se libera como respuesta al estrés). En cualquier caso la resultante son conjeturas mentales y una sensación de angustia latente de algo pendiente que ni siquiera sabemos cómo nombrar, asumiendo que el beso de buenas noches junto a las piernas entremezcladas pueda ser interpretado como un acercamiento sexual, cuando la intención es: «abrázame, quiero descansar junto a ti y sentir que  todo está bien»; con lo que entonces decidimos dar un beso de buenas noches formal y darnos la vuelta. Esta escena puede ocurrirle a cualquiera de los dos pares, lo que es altamente probable es que uno de ellos no comprenda lo que pasa y comience a contagiarse de una energía de ansiedad, angustia o indiferencia. Compartir el propio hábitatcon su hábitat, en el peor de los casos se convertirá así en dos habitaciones blindadas dentro de una misma cama.        
                                                                                                                                           ¿Qué es lo qué ha ocurrido aquí?: NADA. No ha ocurrido nada. O mejor dicho lo que ha ocurrido no tiene que ver directamente con ambos, sino con el reloj que marca los actos de cada miembro de la sociedad y que dice cuándo hacer el amor,  cuánto tiempo debe durar y cómo hacerlo, respondiendo  al programa que priva de la creatividad propia,  de las necesidades individuales y de disfrutar del vínculo creando una convivencia carente de tiempo y espacio lúdico en común.

          La Cita, es un encuentro maravilloso sin protocolos, aunque  planeado, preparado y esperado, en el que una pareja detiene el reloj, apaga el Wifi, desconecta los móviles y se decide a encontrarse.  Comprender que, disfrutar de irse a dormir abrazados y con cariño es tan vital como darse el tiempo para la entrega a un encuentro sexual sagrado que va más allá de un acto placentero de descarga motora como es el orgasmo, -va más allá porque lo incluye y lo expande-. Con la cita los amantes deciden dar tiempo y encauzar su energía para el trabajo,  dormir juntos  y para encontrarse -mirarse, abrazarse, sentirse, respirarse, compartir intimando emocionalmente con esas pequeñas cosas que pasan en lo profundo  y que se hacen inmensas a la vista del mundo mental que los rige, para divertirse y jugar-. Es el tiempo tántrico para ser libre de experimentar el placer sexual, la plenitud, el relax, caricias, masajes, donde las palabras abandonan verborreas y encajan perfectas en la descripción de aquello que antes no sabían nombrar, la piel se expande con el campo magnético que rodea a ambos y la mirada expresa la necesidad de verse en el otro,  sintiendo amor sin juicio. Es el día, la hora y el lugar que ambos acuerdan con total disponibilidad  para el encuentro; el punto donde se crea un nuevo y propio hábitat: el espacio sagrado único entre dos seres que se han elegido para evolucionar en este tránsito por Gaia y tienen un orgasmo físico, emocional y espiritual con el Universo.

  “La India” 

 13-6-2016