Creamos vida, no hay nada más infinitamente poderoso.
En algunos de los, tan en boga, círculos de mujeres, se refuerza el empoderamiento de la mujer respondiendo inconscientemente al programa de la dualidad. Cuando afianzándose sola, la mujer va en contra de su deseo profundo, creando la isla de independencia del hombre que tanto desea e idealiza. La esencia masculina en la mujer pierde fuerza y seguridad, para hacerse exigente y rígida. Juzgando a los hombres, presuponiendo que aún duermen, que sólo quieren sexo y no están a la altura.
El miedo marcado a fuego en el inconsciente colectivo femenino y en los genes del linaje, por el dolor de la discriminación y mutilación por ser sexualmente superior al hombre, es el quid de la cuestión. El temor refuerza la disociación entre su sensibilidad y su fuerza.
La esencia femenina se considera propiedad privada de la mujer olvidando que es la energía propia de los Seres Humanos, es ésta a la que hay que atender profundamente tanto en mujeres como en hombres, para que ambos (trabajando física o simbólicamente juntos) retornen a la Unidad.
La misión de las mujeres en coherencia con la esencia femenina, es fluir con el hombre desde el conocimiento profundo del alma, para que éste se ponga en consonancia sin prejuicios con la esencia femenina y así recobrar la fuerza de la sensibilidad que empodera su masculinidad, trascendiendo la dualidad Tu-Yo, para elevarse en la Unidad Ying-Yang. Honrando con amor compasivo, respetuoso, silencioso, la sangre menstrual y el esperma, porque sin ese único esperma, las mujeres no pueden cumplir su poderoso objetivo biológico: crear vida.