El empoderamiento de un grupo con una idea, fortalece la idea. La autenticidad es tu propia verdad y no hay nadie que la valide, sólo tú. Es la intuición que resuena desde núcleo del centro de tu corazón y puede expandirse en tus actos y palabras, si lo permites y no le temes.

El empoderamiento tiene que ver con un movimiento hacia fuera, una acción de armas tomar y ejercer. Es un sinónimo de reivindicación que tiene que ver con el género o con un sector social oprimido que toma fuerza para expresarse y decir su verdad. El empoderamiento sin autenticidad se queda a medio camino. Es necesario saber qué quiero empoderar en mí o para qué quiero empoderarme, tanto si eres parte de un colectivo o en tu proceso individual.

El deseo de empoderarse per se, siguiendo tal o cual técnica o corriente y sin una necesidad propia, pertenece al guía o maestra que lo expone, a la técnica que utilizada o a la corriente ideológica que se persiga. Cuando el empoderamiento es del colectivo, se es parte del engranaje que sostiene la estructura; cada integrante toma fuerza del grupo de pertenencia y fuera de él la pierde porque no tiene un sentido propio. Concretamente, el empoderamiento de la mujer que tan en boga está, es la contención que impulsa a dar un paso hacia adelante y una salida del esquema o prisión mental como un importante movimiento a tu individualidad. Apoya a la aceptación de aquello que sí puedes hacer, ser o sentir, para continuar yendo más profundo por un sendero solitario en dirección a tu autenticidad, porque allí, no caben dos.

Hace unos días me encontré con una amiga coach que me hablaba del empoderamiento, según ella es una palabra que vendía mucho ahora, ya que es la búsqueda actual de las mujeres y me sugería que la utilizara como cebo de atracción hacia mi trabajo. Lo cierto es que esto del “empoderamiento de la mujer” me choca porque se me queda corto, me falta algo y no se me cuaja por dentro. No obstante, me abrí a su propuesta chequeando como resonaba en mí. Días más tarde, otra mujer me dice refiriéndose a mi reciente look rapado – “me parece una muy buena forma de empoderarte”, algo en mí hizo clic y se me encajó el puzle, me di cuenta que yo no lo había hecho por empoderarme, sino por la necesidad de ser cada vez más auténtica a mis ojos.

El empoderamiento es el escalón a la autenticidad como fin, porque en ella se incluye todo el ser -lo único verdaderamente auténtico en ti- y el poder es solo una parte.

La autenticidad es el movimiento hacia adentro, dónde no es menester hacer algo o ejercer un rol. Es una búsqueda interna en la que tu singularidad personal aporta al colectivo por añadidura. Con esta comprensión, el empoderamiento es solo una herramienta para direccionar esa energía a la autenticidad.

El empoderamiento de la mujer a mí me suena al despertar del mal sueño o pesadilla nefasta en la que nos creímos débiles e ineptas. Cuando la sociedad apoya estas revelaciones, da pasos hacia el reconocimiento de quién es la mujer original, profundiza en las memorias de su infinita sabiduría y poder creador. Ésta recoge lo que es suyo, abre los ojos a su esencia femenina y dice entonces que se empodera. Cuando cada mujer siente dentro de sí ese poder individual y personal es cuando se dice que es auténtica.

El empoderamiento es una acción de asir el poder que se perdió o se cedió hasta anularlo, que originalmente existió y aunque oculto, siempre estuvo allí. Si sólo reclamas tu poder te quedas a medio camino de ti, aunque pretender ser auténtica es como presumir de divinidad, la autenticidad aporta la dirección al camino de tu verdad.

Mirar solo al poder de lo que eres y puedes, le falta la humildad de lo no que no eres ni puedes y eso es lo que te hace un ser verdaderamente auténtico y poderoso.

La india

www.la-india.es