¡¿El destino?! Cuando era más joven y rebelde, odiaba la palabra destino, me sentía súper impotente de pensar que estaba todo escrito y me provocaba torcer sus rieles siendo atrevida y desafiante. Tampoco soportaba demasiado los límites y con muy baja tolerancia a la frustración, desplegaba escenas dramáticas en las que me preguntaba para qué vivir. Andando entre el cielo y el infierno emocional, me alimentó la adrenalina de jugar con ese fuego. Lo mío fue la adicción a las emociones, las necesitaba para inyectar sentido a mi vida.

Los años me fueron aplacando, como suele ocurrir a la gente mayor, ahora comprendo que no me doblego o pierdo fuerza, más bien me rindo y así una profunda comprensión me embarga como un destello.

El destino no interfiere en nada con tu libre albedrío, él espera a que te agotes de usar tus derechos existenciales y finalmente te muestra que no eres la historia que has creado de ti y que la felicidad no está en el futuro cuando encuentres el amor o tengas éxito o ya no te bloquees al bailar.

El destino es una confirmación que te cubre como un manto de piedad cuando decides dejar de batallar por lo que quieres y cuando sin más esfuerzos te dejas guiar por lo que la vida tiene para ti. Y ese aparente cambio radical sobreviene cuando dejas de rebelarte ante ti y de apretar para que todo sea como quieres que sea.

Dejé de empujar la vida hacia donde yo quería que fuera, con esto dejé de ir en contra de ella y me di cuenta entonces, que no tenía que hacer nada, sólo detenerme y oírla. Oírla con la intuición, dejándome inspirar por cuanto me rodea. Al cerrar los ojos del juicio para mirar a través de él, encontré un mundo, una nueva dimensión, o una vida paralela quizás. Toda mi percepción acerca de lo que yo era cambió hacia un gran potencial inexplorado.

Mi cambio radical fue una lenta y paulatina transformación que la vida, en su amorosa maestría maternal, respetando mis tempos, mi libre albedrío y mi juego de lucha sin fin, acompañó y vigiló hasta que estuve lista para aceptar el destino. Ella no me forzó al cambio radical que mi ego interpretó, ella solo me abrazó, contuvo mi llanto, mi furia, mi dolor, mis batallas y me susurró: “no soy como tú quieres que sea, soy en ti, déjame ser, yo conduzco tu destino”.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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