Cuenta atrás 9. La fuerza

Mis cincuenta años me encontrarán en un lugar diferente al que hubiera pensado en mis tiempos de guerrera. Desde el aspecto físico, desde luego que nunca me hubiera rapado y habría mantenido mi apariencia a base de potingues y cirugías, no pasaba por mi mente el retiro de la batalla del éxito y el logro.

Mi voracidad nunca me permitió disfrutar de lo que tenía, cuando lo tenía. Todo lo alcanzable se escurría como agua entre mis manos, lo conseguido ya no valía, porque cuando lo veía de cerca era pequeño y opaco, sintiéndome frustrada y sin valor; sólo aquello que me demandaba esfuerzo para alcanzarlo, a lo lejos, en el futuro, se imaginaba brillante y muy grande. Mi zanahoria fue pensar que mis mejores momentos de felicidad vendrían en algún momento y para ese momento invertí prácticamente toda mi vida.

Ahora que lo escribo lo revivo y siento como mi energía se agota comprimiéndome por dentro; pero cuando tenía veinte, treinta o cuarenta, la energía era inextinguible. Hasta que no me agoté no pude parar de exigirme y cuando tuve que parar, comprendí.

Necesitamos quitar ese excedente energético de la juventud que nos nubla el sentido para poder ver lo real. Qué pena de humanos que aún no somos capaces de usar ese potencial humildemente y rindiéndonos a la sabiduría de la vida ¡Pero no! Creyendo que si nos esforzamos lo suficiente podremos con todo, no reparamos en absoluto en la forma del pensamiento divino: la intuición.

Qué poco nos funciona la percepción y la intuición con altas cantidades de energía presionando. Damos a la fuerza un valor erróneo, sin reconocer que la fuerza en una dirección genera otra fuerza en dirección contraria y a más fuerza enviada, más fuerza nos llega de rebote. Comprendo ahora que no tengo nada qué hacer ni nada que decidir, luego de hacer mucho y tomar muchas decisiones aprendí que lo suyo es mantenerme atenta, sintiendo, percibiendo y así, la inspiración de la vida tiene espacio para expresarse. Aprendí que es necesario confiar en la vida, para calmar la ansiedad.

Lo que tiene que ocurrir ocurrirá cuando ocurra lo que tiene que ocurrir y no depende de mí.

Mi rapado radical no es más que la vida manifestándose en mí y yo permitiéndoselo. Aceptando que aquello que yo quería, lo quería mi ego y no mi vida. La vida quiere que seas parte de ella                 g a n á n d o t e l a. Por eso ahora, también comprendo esto de ganarse la vida y lo relacionado que está con el dinero y no con la abundancia del ser.

La abundancia de vida en ti.                                                                                                              Cuan claro veo ahora que haciendo lo que mi ego quería no me ganaba la vida, no era merecedora de la vida, sino del eterno descontento de nunca alcanzar lo deseado. Haciendo lo yo que quería iba a la lucha de la vida: luchaba en vida y sobrevivía en ella.

Ahora veo claro que la vida no quiere que sobre-vivas, quiere que la  v i v a s,  quiere que la valores, que la goces, que la descubras, por eso te invita a que te la ganes por ti misma o por ti mismo, para así honrarla dándole lo mejor de ti: no tu esfuerzo y tu pena.

Ganar la vida es el premio y todo galardón conlleva abundancia de energía fluyendo dentro y fuera de ti. Ganarse la vida es mover energía y así crear infinitamente. Ganarse la vida es tenerlo todo y tanto, que te provoca compartirlo, darlo, entregarlo. Es una energía que se hace tangible cuando la sacas de ti, porque cuando la das ves tu energía en el otro. Cuando tu energía es captada por el otro y ese otro crece y evoluciona, re-crea tu energía y la transforma para sí, entonces tu mente puede comprender con hechos reales y no imaginarios, lo que eres capaz de hacer. Y esa comprensión da paz así, te conviertes en una persona vital en lugar de fuerte.

Mi rapado es símbolo de esa vitalidad mía que vi en el otro y que se me devolvía en forma de respuestas claras y contundentes, respuestas que había buscado toda mi vida, respuestas que estoy segura, no son diferentes a las que buscabas tú. Respuestas al sentido de mi vida, al para qué de mi existencia.

Cuando usas la fuerza sin el sentido de tu corazón, entonces te cansas y te hundes y hagas lo que hagas te hundes más, te agotas. Solo consigues caminar por las “catacumbas de la vida: el reino de Lethe, la Diosa del olvido”. Ya no te reconoces porque te has olvidado de preguntarte ¿Cuál es el deseo profundo de mi corazón?

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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