La cita, el tiempo tántrico para la pareja consciente.

Obedecemos automáticamente a programaciones sociales que nos han hecho creer, que hacer el amor es el acto casual de encontrarnos en una cama para tener un efímero placer sexual.

El cabo del día en el que cada integrante de la pareja ha vivido su agenda laboral, sus compromisos hogareños y ha atendido a las sensaciones que esto le conllevan -estrés, prisas, presiones- cae en el lecho compartido con cansancio mental y desmotivación sexual, cuestión que dispara una nueva preocupación y la sensación subyugada de ansiedad, al intentar calmar el instinto sexual, el deseo de ternura y la necesidad de descanso.

Las dos personas de la dupla tienen un mundo propio con sensaciones privadas muchas veces inexplicables con palabras, pero que se guardan en el cuerpo y en la virtualidad mental con fantasías y suposiciones. Entre lo que se siente y lo que se expresa, hay un abismo que se hace inmenso en la escena que se recrea a la hora de dormir, en la cama compartida con la persona que hemos elegido para convivir.  El reloj que nos dice a qué hora debemos ir a trabajar, almorzar o coger un autobús, también nos sigue el compás en aquello que dejamos pendiente en la relación, cada vez que el intento fallido de evitar ciertos momentos íntimos, crea una nueva presión en la comunicación de la pareja.

Una frustración angustiante y latente que ni siquiera es posible nombrar, presume que el beso de buenas noches junto a las piernas entremezcladas pueda ser interpretado como un acercamiento sexual; cuando la intención de esa tímida aproximación es sentir la contención del abrazo amoroso que cierre la historia del día, con la sensación de llagar a casa. Muy lejos de esto, la acción a seguir es despedirse hasta mañana con dolorosas excusas y acurrucarse en la soledad del lado propio de la cama.

Los constructos sociales nos proporcionan patrones para las relaciones sexuales: cuánto tiempo debe durar, cómo hacerlo y qué sentir. Cuando existe una convivencia carente de tiempo y espacio en común, las normas impuestas nos abolen la creatividad propia de las necesidades personales y del vínculo, abogando por la falta de comunicación que convierte a la pareja en extraños que se relacionen desde la falta de confianza.

La sexualidad de la pareja es un mundo único que nada tiene que ver con la que nos muestran en las películas. Es una creación absolutamente personal que necesita de tiempo y cultivo. La Cita, es un encuentro maravilloso sin protocolos, aunque planeado, preparado y esperado. La pareja acuerda detener el reloj y apagar el Wifi para mirarse encontrándose emocional y físicamente.

Es el reencuentro con tu cuerpo, para sentirte respirando jadeando y amando a través de la imperiosa necesidad de tocar, respirar y percibir el ser que encarna ese otro cuerpo, que te acompaña en la aventura.

Es la entrega y apertura del corazón, donde es posible sentir el alivio de expresarse sinceramente gracias a un encuentro sagrado que va más allá de un acto placentero de descarga motora como es el orgasmo, va más allá porque lo incluye y lo expande.

En el tiempo tántrico es más importante la calidad a intensidad de un día, aunque sea una vez al mes, que la liviana cantidad de diez minutos dos veces en semana.

Así los amantes deciden crear un tiempo muerto o, mejor dicho, más vivo que nunca: el tiempo tántrico para crear en libertad y aprender a amarse, sentirse, vivirse, compartirse intimando emocionalmente. Un modo de comunicación donde las palabras describen ajustadamente el sentir, la piel se expande con el campo magnético que rodea a ambos y la mirada se abre limpia y sin juicios.

Es el espacio para la unidad de la energía masculino femenina que se hace sagrado y vital entre dos seres que se han elegido para evolucionar en este tránsito por Gaia, teniendo un orgasmo físico, emocional y espiritual con el Universo.

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La India

Terapeuta-Flamenca-Escritora

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