La pareja es un sueño

La pareja es un sueño

La pareja es un sueño

El sueño fortuito y casual, que se repite una y otra vez, nos lleva a creer que es posible desear: «¿Y si me atreviera a desear este sueño?». Luego la ilusión genera expectativas sobre el deseo que la realidad echa por tierra.

Cuando nuestra imaginación nos lleva de la mano del sueño a ilustrar perfectamente y con todos los detalles una escena en la que disfrutamos del momento siendo protagonistas, el deseo adquiere forma: “Quiero encontrarme con una pareja que sea como la imagino: que haga esto y sea de esta forma, con quien pueda compartir mi vida, crecer juntos en pareja y tener una familia y evolucionar juntos”.

Muchas parejas jóvenes comienzan a utilizar conceptos como: pareja consciente, crecer en pareja, procesar juntos. Ello permite darnos cuenta de una cierta evolución emocional a partir de la intuición que se expresa desde la sabiduría profunda del corazón.

Para estos jóvenes queda caduca la familia como institución o mandato. Llegan hasta el encuentro de pareja habiendo atravesado un camino de autoconocimiento a través de diferentes técnicas, terapias, o incluso guiados por algún familiar.

Ellos hallaron algo más allá de la mente y sus dogmas socioculturales: el corazón.

Con la ilusión de formar una pareja evolutiva, que pueda crear hijos evolutivos y ofrecer a la sociedad una familia evolutiva, se lanzan a poner su grano de arena en el planeta. Atienden a la ecología, la alimentación saludable, la educación consciente y a su propia autorrealización.

Tarde o temprano la construcción de este deseo que comenzó con una ilusión individual choca contra la realidad neurótica y reprimida de la sexualidad de la pareja, como reflejo del marco social en el que está inmersa. Es entonces cuando la senda en solitario debe ampliarse hacia un camino común para la pareja y así llegar a la esencia del Ser en la práctica del sexo, como la energía básica de la creación.

El camino individual es para abrir el canal del corazón, la mirada de amor que puede reconocer y honrar al otro. Nos prepara para abrirbos al lado y bajar toda esa información a la realidad sin mente a través de los cuerpos, de la energía sagrada del sexo que se centra en la existencia y no sólo en la genitalidad.

La sexualidad de la pareja consciente consiste en aumentar su calidad. Se trata de recrear la sensación de “volver a casa” cuando se está vibrando con el cuerpo del otro.

El centro Hara -está ubicado unos centímetros debajo del ombligo- es el hogar, el ser, el enraizamiento; se interpreta como una sensación de alivio, seguridad, identificación y aceptación sin juicio. Es el centro de la sexualidad que se desactiva y se olvida por completo cuando al nacer nos cortan el cordón umbilical, -aunque como es inherente al Ser, es estando en pareja cuando se reactiva con el sexo meditativo-.

«Cuando el sexo entra en la mente, se destruye toda la vida y actualmente ha entrado el sexo en la mente, en todo el mundo». Osho (El libro de los secretos).

Un deseo es un camino a seguir y si lo dejas ser te mostrará  muchas más posibilidades de las que tu habías creado con tu pequeña mente.

Si al mirar a tu pareja ves en lo profundo de su mirada que está allí para ti entregate a esa unión. No intentes controlarlo con tu mente ni crees expectativas. Lo más importante ya está hecho; has reconocido tu deseo, y al hacerlo le has dado vida, ahora confía en ti y deja que se exprese. Tú no tienes nada más que hacer. Créalo y olvídalo.

“La India».

Cuando nuestra imaginación nos lleva de la mano del sueño, a ilustrar perfectamente y con todos los detalles una escena en la que disfrutamos del momento siendo protagonistas, el deseo adquiere forma: “quiero encontrarme con una pareja que sea como la imagino: que haga esto y sea de esta forma y sienta estas otras, con quien pueda compartir mi vida, crecer juntos en pareja y tener una familia para evolucionar juntos”

 

Sexualidad. Flamenco. Tantra

Sexualidad. Flamenco. Tantra

¿Cómo influye la sexualidad en el baile Flamenco?

Os propongo un ejercicio en el que os pediré recordar qué os pasaba cuando en la niñez, veían algún acto de atracción sexual en la calle, en la tele, en hermanos mayores o en los padres. Sin que necesariamente sea el coito, pero en el que se percibía con claridad, cierta energía que nos provocaba curiosidad, vergüenza, atracción y rechazo al mismo tiempo.

El coito en sí entre dos personas no tiene nada de atractivo para quien ve. No hay música, ni un escenario perfecto; se ve todo, no solo tomas cortas y sugestivas. Hay que descartar la parte romántica porque esa es la que ocurrió antes, la que fue necesaria para aproximarse y conquistar, fue el momento lento, de espera, el de calentamiento. El acto sexual in situ no es romántico, es brusco o violentamente placentero, -al menos para uno de los dos-. Hay olores, sonidos, gemidos expresados o no, que se transforman en gritos de rabia y desesperación. A no ser que quien vea se identifique con lo que ve; ver a otros puede ser asqueroso, si lo que otros hacen, no es lo que quien ve, le gustaría hacer o sentir. Sin entrar en juicios de valor, puesto que cada relación sexual es un mundo, siempre y cuando las personas implicadas estén profundamente de acuerdo. Profundamente. Implicarse sexualmente con alguien íntimamente, con cuidado y respeto desde lo profundo del corazón no es lo que suele llevar a dos personas a unirse en sexo. Mi experiencia trabajando con personas me dice, la mayoría de las veces, que no es así. Llegamos al sexo, sin querer, sin poder decir no, ni sin darnos el tiempo de conocernos antes. Esto, les pasa también a los hombres. La energía sexual que creemos conocer, no es la real. Tenemos un conocimiento pobre y juicioso de lo que eso significa. Como humanidad, nos hemos separado de ella través de los constructos sociales y religiosos. Hemos proyectado fuera esta regulación de lo sexual. Cuando llegamos a esta comprensión optamos por culpar a la educación restrictiva, para poder así recobrar algo de la sexualidad perdida. Pero cuando finalmente comprendemos que en algún momento necesitamos ser regulados; me viene la pregunta: ¿para qué necesitamos normas que contuvieran dicha energía incomprensible? y en la pregunta, obtengo la respuesta: precisamente por ser incomprensible, abrumadora y apabullante. La madurez como persona, institución y humanidad nos compromete en reclamar lo que es nuestro. Y este camino comienza en cada uno. La energía sexual es mucho más que el sexo, pero, como dice el Tantra, es el único camino para llegar a ella; trascendiendo el sexo. Ahora bien, cómo. ¿Cómo se trasciende el sexo? Lo más maravilloso sería hacerlo de a dos. La sexualidad en pareja. La sexualidad en pareja tiene un complejo mecanismo, el de llevar a la vida diaria la magia sexual percibida entre ambos en el momento del encuentro. La energía tan poderosa que dos cuerpos juntos pueden generar y vivir, nos arranca la cabeza del cuerpo. Claro que, después de esto, la cabeza no vuelve a encajarse, queda colgada de aquella magia indescifrable. Imaginad esto de forma literal: una vez cortada no podríamos pegarnos nuevamente la cabeza al cuerpo y seguir viviendo. Por eso, tampoco terminamos de permitir ese estallido. Se habla de la Kundalini, de la iluminación mediante el sexo, desde mi experiencia solo son aproximaciones y con eso estoy segura que nos basta. Es parte de nuestra regulación para estar aquí en la tierra y en la vida, con la cabeza pegada al cuerpo. La energía sexual es mucho más que el sexo, pero, como dice el Tantra, es el único camino para llegar a ella; trascendiendo el sexo. Ahora bien, cómo. ¿Cómo se trasciende el sexo? La sexualidad con la vida es la que podemos practicar gracias al arte, cuando soltamos amarras sin temor a perder la cabeza ni la vida. Sino brindando con ella. La danza del arte es atraer a la fuente del deseo a las musas o al duende; para penetrarlo desde lo profundo del corazón. Como hacemos en el método FlamenConsciente, que tiene reglas, normas y dogmas: “peso en las plantas y cuádriceps estirados”. Entregarnos plenamente a él con la seguridad de no perder la cabeza, ni el compás. Perderlo implica la muerte, pero asirnos obsesiva y temerosamente a él, también. Como humanidad necesitamos la inquisición como reguladores sexuales, para aprender a no perder la oportunidad de vivir la experiencia de ser humanos; de no perder la cabeza e irnos al más allá embriagados en el éxtasis de la sensación orgásmica. Porque como dice el Tantra, esta sensación puede durar horas y horas; sosteniendo el ritmo respiratorio dentro de exquisitas sensaciones que no acaban. Sostener ese inmenso placer sin corrernos ha sido y es nuestro desafío más humano. Algo así como vivir por el placer de vivir, sin pensar en el mañana. Vivir el presente ilimitado. La regulación nos ha llevado a no conocer plenamente la energía sexual; nos ha protegido para no llegar a la petit mort; pero sí tenemos la libertad de sostener el proceso creativo, el placer de crear vida a través de nuestra obra. La India www.la-india.es www.flamenconsciente.com
Lo Femenino

Lo Femenino

El pronombre personal Lo, antepuesto, da carácter impersonal a la palabra femenino, que deja así de ser un atributo de algo masculino para ser un adjetivo sustantivado que sirve para nombrar algo y no para describirlo. Con el Lo por delante, ya no se sabe de quién se está hablando en cuanto a género, es que no se trata ya de hombres o mujeres, sino de algo que lo atraviesa, va un poco más allá o más acá. Porque lo femenino es anterior a esta dualidad y al mismo tiempo una instancia superior a la que llegar.

Lo femenino impersonal, se refiere a un tipo de energía que no sería igual descrita si en su lugar dijéramos la femenina, en este caso, tendríamos que anteponer la palabra energía para que quedara claro que estamos hablando de un potencial. Por tanto, es válido decir que hombres y mujeres estamos hechos en parte de energía femenina, que nos abarca y nos contiene y necesitamos entenderla, porque solo se teme lo que no se conoce.

El feminismo, que como sociedad estamos experimentando, no es más que un llamado a la reflexión acerca de qué nos pasa con nuestro femenino interno. No necesitamos un patriarcado fuera para sentirnos vulnerables o dominados; porque si observamos con claridad, el límite lo ponemos desde dentro cada día al despertar, dejando de lado lo que nos pasa, lo que sentimos. Porque eso no importa, no vale, no es tan real como el dinero que tanto nos motiva tener en la cuenta a fin de mes, lo emocional molesta y mejor pasar página para olvidar como si no existiera. No sabemos cuidarnos y mirarnos con amor, esta es la energía femenina enferma dentro de cada uno de nosotros, que no confía en lo que sabe hacer: cuidar, contener, intuir, ofrecer, sentir, aceptar.

Lo femenino no pertenece al género femenino en exclusiva, lo femenino es parte de la dualidad que nos conforma. Lo femenino es suave y al mismo tiempo vulnerable pero intenso, meticuloso y sabio. Lo femenino es el sentimiento profundo que sabe, es el alma guardada en el segundo chacra; es fuerte, resistente, puede rasgarse, desangrarse, sufrir dolor físico y emocional, tan solo por entregarse al amor creando vida dentro de sí.

Lo femenino perdona, es incondicional, pasivo y abnegado, es la limpieza profunda del inconsciente.

Lo femenino es la historia pasada, la búsqueda que necesita de las murallas de la protección y la fuerza que conoce y sabe usar lo masculino. Esta es una energía diferente con cualidades opuestas, tajantes, vibrantes, expansivas, explosivas, activas, que repelen todo lo que pueda agredir, dañar o molestar a lo femenino, porque sabe perfectamente que el femenino es su núcleo y sin lo femenino pierde el centro.

Lo femenino es la noche oscura del alma; lo masculino es la luz que derrama fortuna espiritual. Lo masculino fluye e intercambia su conocimiento con la sabiduría del femenino, así se regula y calma la acción de su fuego para evolucionar.

Lo femenino sin lo masculino es solo una parte inconclusa que, como mujeres, nos deja a medias, débiles y demandantes. En los hombres que niegan su lado femenino, su masculino precario es una bomba de relojería sin control.

El matriarcado y el patriarcado es polaridad, rivalidad, guerra, separación, desprecio, un gasto de energía que deja a hombres y mujeres débiles, vulnerables, carentes y despojados de amor. A cambio les insufla miedo y donde hay miedo, no hay amor.

Lo femenino debe hacer lo que sabe hacer que es: abrirse, entregarse, relajarse y absorber para transformar dentro de sí a la humanidad futura, solo así se creará el nuevo ser cuyo género será el amor. Lo masculino es el guerrero que debe hacer lo que sabe hacer: usar la fuerza para proteger su interior, el nido, contra todo lo que amenace al nacimiento del amor.

Lo femenino es la parte emocional, lo que sientes en tu corazón. Lo masculino es el poder de expresarlo fuera con confianza y optimismo.

El poder del corazón es encontrar dentro de cada quien su matrimonio interior masculino-femenino, el cambio de paradigma vendrá después por sí solo, tú solo ocúpate de tu femenino.

La India

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¿Qué es el Amor? cuatro preguntas para ayudarte a reflexionar.

¿Qué es el Amor? cuatro preguntas para ayudarte a reflexionar.

¿Qué es el Amor? cuatro preguntas para ayudarte a reflexionar.
Tal vez sea posible definir el Amor con palabras, lo cierto es que cuantas más palabras uses para definirlo, seguramente, menos has sido capaz de vivirlo.  Desde mi experiencia, al Amor no se le puede definir ni pensar, tampoco es lo importante. Sólo puedes vivirlo.
 
¿Cómo darte cuenta que vives el Amor?
            Te das cuenta que estás dentro de una experiencia de Amor porque tu cuerpo te lo dice, cuando lo escuchas y te detienes a sentir. Prestándote atención, reconocerás que tu cuerpo está relajado, no le sobra ni le falta nada, es expansión, plenitud, amplitud, aire. Un gran suspiro espontáneo. Vives el Amor cuando te quitas de todo lo externo y, cerrando los ojos, te introduces en ti aunque sea unos pocos y simples momentos de tu vida.
¿Cómo darte cuenta que piensas al amor en vez de vivirlo?
            Cuando tu cuerpo se pone tenso porque espera que suceda algo. Cuando estás en el futuro expectante de aquel ser que llegue a ti para amarte, creyendo erróneamente que esa es la ansiada felicidad que traerá consigo lo que tú necesitas. Cuando en nombre del Amor sientes que has dado todo y te has quedado en un vacío. Cuando lo que crees y pones en palabras acerca del Amor, no te permite estar en paz dentro de ti.
 
¿Cómo darte cuenta que te has encontrado con el Amor?
            Cuando las palabras te quedan cojas y tu mente se queda muda, porque no hay  descripción para ese instante divino en la naturaleza, en el arte y en tu corazón. Cuando en el silencio eres feliz, porque sí, porque así lo decides sin más. Cuando en soledad, tu mundo se hace inmensamente rico e inspirador. Cuando sonríe tu alma y tu rostro se hace receptivo y luminoso. Cuando finalmente no hay miedo y el Amor brota de ti en lo simple y natural. Cuando tu Yo, es lo más parecido a tu Ser. Cuando la ley de atracción funciona, porque lo semejante se atrae entre sí. Eres Amor, y el Amor busca siempre al Amor.
¿Dónde encuentras el Amor?
            Dentro de ti, siempre en ti.  En tu Universo, donde eres lo más importante. En el primer sitio de tu lista de prioridades, allí donde está tu nombre. En la entrega de tu corazón: desde tus luces a tus sombras. En el perdón hacia ti. En la humildad de buscar ayuda para sanar los miedos, las culpas y el dolor. En la aceptación de quien eres. En el agradecimiento a quiénes te han traído a la vida. En el milagro de tu existencia. En el servicio.
 
La India
Una Flamenca hablando de Amor.
 
 

 

Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

¿Cuándo es el momento de convivir en pareja?
El momento de convivir muchas veces llega por casualidad, por comodidad o por necesidad. En ese caso simplemente ocurre y de este modo, se le quita importancia a la pregunta ¿Quieres vivir conmigo? O, ¿es hora de vivir juntos?
Por antiguo, cursi o romanticón que parezca éste planteamiento, resulta necesario revisarlo para hacerse cargo de la decisión y asumir responsablemente, las consecuencias de la convivencia.

Convivir o vivir con, implica una serie de derechos y responsabilidades que se podrán expresar según la madurez emocional de los participantes.
Si bien es cierto que se aprende a cohabitar sobre la marcha, cuando somos abrazados por el amor y el respeto entre ambos integrantes de la pareja, haciendo que la energía femenina y masculina de ambos se balancee y equilibre, juntos y entre sí. Hay muchos más casos, en los que la baja calidad de amor, traducida en la inmadurez de dos niños que buscan protección, jugando a ser adultos, aunque tengan cincuenta años, malogra el intento.

Una convivencia fallida deja una huella de frustración, es un antecedente de fracaso que condiciona al momento de iniciar otra relación, por esto no debería ser tomada a la ligera, liberándola a las circunstancias.

No hacerse responsable de la decisión de convivir, es salvaguardarse de que pueda no resultar. Es falta de compromiso con el proyecto en común, cuando es así, el proyecto en común suele ser ambiguo o difuso.

Ni siquiera hace falta conocerse mucho para iniciar una convivencia, lo único que es verdaderamente necesario es el acuerdo mutuo de querer hacerlo en pos del amor que la pareja siente y esto los impulsa a compartir un proyecto en común. La motivación debería ser algo tan simple y profundo como el deseo de vivir juntos, querer formar una familia, o el anhelo de crecer y desarrollarse juntos.

Razones como compartir gastos, la “casualidad” de dormir todos los días juntos, o que a alguno de los dos se le termina el contrato de alquiler o se ha quedado sin trabajo, son excusas que condicen a una convivencia por necesidad sin la responsabilidad de asumir la toma de decisión.

He aquí algunas preguntas que te ayudarán a reflexionar para poder decidir si es tu momento de iniciar una convivencia:

¿Para qué quiero vivir contigo?
¿Qué es lo que quiero hacer junto a ti?
¿Estoy dispuesto o dispuesta a hacer un espacio en mi vida y en mi casa para ti?
¿Soy capaz de asumir la responsabilidad de decir «Sí, quiero»?
¿Qué tengo miedo a perder en la convivencia?
¿Qué es lo que puedo ganar con la convivencia?

La India
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La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer que reafirma su sitio de sensible y débil, se recrea en el drama y el victimismo. Cuando aprende a usar su sensibilidad para conocerse, integra así la fuerza de su intensidad y se transforma en la mujer empoderada.

El hombre que potencia su fuerza, actúa con rigidez física y mental. Cuando el hombre aprende que su fuerza natural puede contenerse para entrar en la sensibilidad del mundo emocional, se expresa de forma integrada mostrándose firme y comprensivo en lugar de duro.

La mujer se empodera desde la aceptación de su esencia femenina, la intuición que la lleva a traer del inconsciente las verdades desconocidas, esa es la fuerza receptiva que la guía en el hacer. Enraizada, se hace consciente en el dolor sin sentimentalismos, lo transita y lo trasciende, para soltarlo desapegándose amablemente de su creación. El hombre integrado es el que en la acción expresa su fuerza vital, con expansión y creatividad, siendo poderoso en sí mismo y ofreciendo ese poder. La mujer empoderada y el hombre integrado viven una espiral de crecimiento en la que aprenden el uno del otro, fusionándose en una pareja evolutiva.

El poder que estuvo y sigue estando ancestralmente en el hombre -por ser quién físicamente posee la fuerza en sus músculos- lo ha separado de sí impidiéndole la sensibilidad y el llanto. La polaridad entre el hombre y la mujer ha separado a cada uno de su poder oculto, ya que aquello a lo que se les ha impedido acceder (lo sensible en el hombre y lo fuerte en la mujer) era justamente aquello que los empoderaba e integraba. Por eso hoy día, una mujer valora a un hombre sensible y un hombre, se sienten enriquecido con una mujer que comprenda su esfuerzo. Ambos desean mirarse al alma y comprenderse íntimamente.

Los problemas de pareja aparecen cuando la falta de empatía entre los géneros crea un muro entre ambos, creando dos bandos.

Las mujeres se alían e identifican con mujeres en los actuales círculos de mujeres, en el mercado y saliendo de tiendas, se unen para arroparse y descargarse. Mientras que los hombres unen sus fuerzas en deportes de competencia, yendo al fútbol, o simplemente en la barra de los bares donde se endurecen aún más. Dos círculos separados sin nada en común, pero que conviven en el mismo lecho.

Siento que el hombre se encuentra solo y sin saber por dónde tirar. Ellos no se juntan para trabajar su sensibilidad y llorar por sentirse obligados a ser fuertes y más fuertes; mientras tanto ellas crecen y se expanden en grupos de formación y crecimiento, dejando al hombre fuera de ésta evolución prescindiendo de él y poniendo a todos en la misma bolsa.

La evolución en unidad entre el hombre y la mujer se da cuando ambos aprenden del otro, aquello que les falta. Cuando la mujer logra integrar sanar e integrar su masculino interno y el hombre sane primero su femenino interno para poder reconocer, valorar y amar sanamente.

Cuando hombre y mujer se unen en esencia más allá de los géneros, la pareja es evolutiva y la especie trasciende paradigmas, creando un ser humano evolucionado que crea hijos evolutivos.

Siento que la Mujer se empodera a medida que el hombre se desintegra, una forma oculta e inconsciente de venganza por ser éstos quienes, con su poder físico y machista, encadenaron genética, física y ancestralmente su poder de creación.  Éste desequilibrio encontrará su equilibrio cuando la mujer entre aún más hondo y asuma esta verdad que le da poder y con ella la responsabilidad en la educación en el nuevo paradigma. Ya que somos nosotras las que engendramos traspasando información genética y emocional en la gestación, al niño varón que será el hombre integrado que toda mujer merece tener a su lado: un amigo, amante y compañero.

«La India»

Flamenca, escritora, terapeuta corporal

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