Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

¿Cuándo es el momento de convivir en pareja?
El momento de convivir muchas veces llega por casualidad, por comodidad o por necesidad. En ese caso simplemente ocurre y de este modo, se le quita importancia a la pregunta ¿Quieres vivir conmigo? O, ¿es hora de vivir juntos?
Por antiguo, cursi o romanticón que parezca éste planteamiento, resulta necesario revisarlo para hacerse cargo de la decisión y asumir responsablemente, las consecuencias de la convivencia.

Convivir o vivir con, implica una serie de derechos y responsabilidades que se podrán expresar según la madurez emocional de los participantes.
Si bien es cierto que se aprende a cohabitar sobre la marcha, cuando somos abrazados por el amor y el respeto entre ambos integrantes de la pareja, haciendo que la energía femenina y masculina de ambos se balancee y equilibre, juntos y entre sí. Hay muchos más casos, en los que la baja calidad de amor, traducida en la inmadurez de dos niños que buscan protección, jugando a ser adultos, aunque tengan cincuenta años, malogra el intento.

Una convivencia fallida deja una huella de frustración, es un antecedente de fracaso que condiciona al momento de iniciar otra relación, por esto no debería ser tomada a la ligera, liberándola a las circunstancias.

No hacerse responsable de la decisión de convivir, es salvaguardarse de que pueda no resultar. Es falta de compromiso con el proyecto en común, cuando es así, el proyecto en común suele ser ambiguo o difuso.

Ni siquiera hace falta conocerse mucho para iniciar una convivencia, lo único que es verdaderamente necesario es el acuerdo mutuo de querer hacerlo en pos del amor que la pareja siente y esto los impulsa a compartir un proyecto en común. La motivación debería ser algo tan simple y profundo como el deseo de vivir juntos, querer formar una familia, o el anhelo de crecer y desarrollarse juntos.

Razones como compartir gastos, la “casualidad” de dormir todos los días juntos, o que a alguno de los dos se le termina el contrato de alquiler o se ha quedado sin trabajo, son excusas que condicen a una convivencia por necesidad sin la responsabilidad de asumir la toma de decisión.

He aquí algunas preguntas que te ayudarán a reflexionar para poder decidir si es tu momento de iniciar una convivencia:

¿Para qué quiero vivir contigo?
¿Qué es lo que quiero hacer junto a ti?
¿Estoy dispuesto o dispuesta a hacer un espacio en mi vida y en mi casa para ti?
¿Soy capaz de asumir la responsabilidad de decir «Sí, quiero»?
¿Qué tengo miedo a perder en la convivencia?
¿Qué es lo que puedo ganar con la convivencia?

La India
www.la-india.es

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer que reafirma su sitio de sensible y débil, se recrea en el drama y el victimismo. Cuando aprende a usar su sensibilidad para conocerse, integra así la fuerza de su intensidad y se transforma en la mujer empoderada.

El hombre que potencia su fuerza, actúa con rigidez física y mental. Cuando el hombre aprende que su fuerza natural puede contenerse para entrar en la sensibilidad del mundo emocional, se expresa de forma integrada mostrándose firme y comprensivo en lugar de duro.

La mujer se empodera desde la aceptación de su esencia femenina, la intuición que la lleva a traer del inconsciente las verdades desconocidas, esa es la fuerza receptiva que la guía en el hacer. Enraizada, se hace consciente en el dolor sin sentimentalismos, lo transita y lo trasciende, para soltarlo desapegándose amablemente de su creación. El hombre integrado es el que en la acción expresa su fuerza vital, con expansión y creatividad, siendo poderoso en sí mismo y ofreciendo ese poder. La mujer empoderada y el hombre integrado viven una espiral de crecimiento en la que aprenden el uno del otro, fusionándose en una pareja evolutiva.

El poder que estuvo y sigue estando ancestralmente en el hombre -por ser quién físicamente posee la fuerza en sus músculos- lo ha separado de sí impidiéndole la sensibilidad y el llanto. La polaridad entre el hombre y la mujer ha separado a cada uno de su poder oculto, ya que aquello a lo que se les ha impedido acceder (lo sensible en el hombre y lo fuerte en la mujer) era justamente aquello que los empoderaba e integraba. Por eso hoy día, una mujer valora a un hombre sensible y un hombre, se sienten enriquecido con una mujer que comprenda su esfuerzo. Ambos desean mirarse al alma y comprenderse íntimamente.

Los problemas de pareja aparecen cuando la falta de empatía entre los géneros crea un muro entre ambos, creando dos bandos.

Las mujeres se alían e identifican con mujeres en los actuales círculos de mujeres, en el mercado y saliendo de tiendas, se unen para arroparse y descargarse. Mientras que los hombres unen sus fuerzas en deportes de competencia, yendo al fútbol, o simplemente en la barra de los bares donde se endurecen aún más. Dos círculos separados sin nada en común, pero que conviven en el mismo lecho.

Siento que el hombre se encuentra solo y sin saber por dónde tirar. Ellos no se juntan para trabajar su sensibilidad y llorar por sentirse obligados a ser fuertes y más fuertes; mientras tanto ellas crecen y se expanden en grupos de formación y crecimiento, dejando al hombre fuera de ésta evolución prescindiendo de él y poniendo a todos en la misma bolsa.

La evolución en unidad entre el hombre y la mujer se da cuando ambos aprenden del otro, aquello que les falta. Cuando la mujer logra integrar sanar e integrar su masculino interno y el hombre sane primero su femenino interno para poder reconocer, valorar y amar sanamente.

Cuando hombre y mujer se unen en esencia más allá de los géneros, la pareja es evolutiva y la especie trasciende paradigmas, creando un ser humano evolucionado que crea hijos evolutivos.

Siento que la Mujer se empodera a medida que el hombre se desintegra, una forma oculta e inconsciente de venganza por ser éstos quienes, con su poder físico y machista, encadenaron genética, física y ancestralmente su poder de creación.  Éste desequilibrio encontrará su equilibrio cuando la mujer entre aún más hondo y asuma esta verdad que le da poder y con ella la responsabilidad en la educación en el nuevo paradigma. Ya que somos nosotras las que engendramos traspasando información genética y emocional en la gestación, al niño varón que será el hombre integrado que toda mujer merece tener a su lado: un amigo, amante y compañero.

«La India»

Flamenca, escritora, terapeuta corporal

www.la-india.es

 

 

La comunicación que no comunica en la relación de pareja.

La comunicación que no comunica en la relación de pareja.

La comunicación que no comunica en la relación de pareja.

Si tú no sabes lo que quieres, y aunque lo sepas no puedes o no sabes expresarlo, no puedes esperar que la otra persona pueda adivinarlo; no tiene el deber de intuir y mucho menos de suponer qué es lo que te sucede.

El Amor no trata de esperar que el otro te interprete para hacerte la vida más fácil. El Amor es hacerle la vida más fácil al otro.

Solemos esperar demasiadas cosas del Amor, muchas más de las que le damos. Confiamos en que nuestra pareja sepa qué es lo que nos sucede, como si fuéramos el centro de su vida, pensando que: “si me amas, me conoces lo suficiente para saber qué es lo que siento”. Y cuando el otro –que sólo ve o percibe nuestro malestar, sin tener idea de qué es lo que está sintiendo nuestro corazón- se atreve a preguntar: “¿qué es lo que te ocurre?”, detona una sacudida de respuestas cargadas de frustración y reclamo.

Podemos sentirnos en soledad estando en pareja, por el simple hecho de no saber comunicarnos.  Solemos culpar en secreto al otro, por no saber escuchar o no saber preguntar, por desatender a lo que ocurre en la intimidad emocional, por minimizar o agregar más drama a un simple hecho o por no hablar de aquello que le duele o desea. En definitiva: solemos culpar al otro de lo que cada quien en sí mismo no suele ser capaz de reconocer. Por eso se hace en secreto, haciéndose muy difícil de exteriorizar con palabras, es más bien una mirada que enjuicia a través de gestos con una energía silenciosa y densa. Así es como estando con quien se supone que es nuestra pareja de amor, estamos en soledad y en el marco de una relación superficial.

Te propongo tres enunciados para ayudarte a reflexionar sobre tu comunicación.   

Todo aquello que tú necesitas de tu par, pídelo. Tienes derecho a pedir lo que necesitas y el otro tiene derecho a decir No, y esto no cambia el amor, favorece la autonomía. Si el otro no puede, no quiere, o no sabe, hazlo tú y  le ayudarás a que encuentre el camino.

Diferencia entre la exigencia y el pedido.  El amor no admite presiones, el amor es generoso. Será tu compañero o compañera quien hará todo lo que esté a su alcance para darte lo que necesitas y más. Si dice que No, es porque realmente no tiene eso que tú necesitas aquí y ahora y no tiene que inmolarse por ello.

Reconoce desde dónde pides. El corazón es el único que puede expresarse con verdad y profundidad. Pidiendo cuando necesitas, reconoces tu carencia. Al reconocer aquello que te falta, descubres el camino que tienes que seguir para conseguirlo. Si te falta comprensión, da comprensión; si te falta ternura, da ternura; si te falta que te escuchen, aprende a escuchar, si te falta un abrazo; da ese abrazo.

Esta en tus manos salir de la soledad y encontrarte con en el corazón de quien ya duerme en tu cama.

“La India”

Terapeuta corporal. Flamenca. Escritora

www.la-india.es