Vivir para no morir, una historia real.

Vivir para no morir, una historia real.

Conocí a una persona que decía de sí misma tener baja autoestima, tenía un discurso autocompasivo, aunque ella intentaba que no sonara así. Había trabajado mucho lo emocional y lo espiritual desde los cuarenta años -momento en que según él, había vivido su despertar-  lo que me constaba por su amplio currículo en formaciones y experiencias de sanación.

En su actual momento se sentía sin ilusión, sin sentido, yo podía percibir en el fondo una búsqueda sin esperanzas, la búsqueda que como excusa de vida lo alejaba de la muerte. Deambulaba entre ciclos en los que se dejaba respirar catatónicamente para luego experimentar la vida, y decía sentir que cuando entraba a “la vida” no encontraba el sentido o la motivación que lo ilusionara a seguir en la aventura, no encontraba la fuerza para vivir y a esto él lo llamaba baja autoestima.

Había sido una persona que durante toda su vida se había negado a sí mismo ser una persona de baja estima yéndose a la polaridad, aparentando ante su medio relacional ser un tío fuerte y decidido con una estima brillante. Durante nuestro encuentro y con casi sesenta años, tomó contacto con que esto de la autoestima baja no era de este momento, sino que había sido desde siempre, pero que nunca antes había querido asumir. “Intento darme fuerza para no sentirme desvalorizado” me dijo, reconociendo que así había vivido su historia, esforzándose por darse valor para no sentir su pobre estima.Conocí a una persona que decía de sí misma tener baja autoestima, tenía un discurso autocompasivo, aunque ella intentaba que no sonara así. Había trabajado mucho lo emocional y lo espiritual desde los cuarenta años -momento en que según él, había vivido su despertar-  lo que me constaba por su amplio currículo en formaciones y experiencias de sanación. En su actual momento se sentía sin ilusión, sin sentido, yo podía percibir en el fondo una búsqueda sin esperanzas, la búsqueda que como excusa de vida lo alejaba de la muerte.

Desde luego era un hombre con una increíble fuerza espiritual que lo llevó a atravesar momentos de contacto con la muerte, dicho esto literalmente. Tenía una historia familiar muy dura, con una niñez desprotegida por la sobreprotección de sus padres y al mismo tiempo con la exigencia inconsciente de abastecer las expectativas de ellos. Criado como un niño especial y brillante, fue un adolescente rebelde al extremo de tontear con la muerte, provocándola hasta los límites de las drogas duras y la experiencia de vida que estas traen en la noche, la soledad, las relaciones y el vacío. Había vivido también alcoholismo, depresión y disfunciones sexuales que lo intimidaban en el encuentro con la mujer. Cuando yo lo conocí no había rasgos de todo aquello, se lo veía con una energía de amor, paz y armonía, es cierto que en su mirada había una historia de vida profunda y dolorosa, pero que no era diferente a la de cualquier adulto cuando miramos sus ojos en profundidad.

Me vino una reflexión que tomé también para mí, porque todos provocamos al “no vivir” que es esa muerte oscura, pegajosa, limitante que nos ahoga lentamente. Porque la muerte como evolución, es otra cosa, es sagrada, es entrega y es rendición. Llegamos a ella con la certeza de haber hecho todo lo que se ha podido con lo que se tenía al alcance, entonces sí es posible descansar en paz. El no vivir viviendo es muy diferente, la muerte en vida de la depresión como lo suelen diagnosticar, es un letargo mierdoso, oscuro y asfixiante.

Me pregunté cómo era posible que se desvalorizara tanto alguien con tanta fuerza, como para jugar provocativamente con la muerte sin importarle absolutamente nada, familia, trabajo, estudio, dinero ¡Nada! Porque nada lo detenía en su misión de saber hasta dónde podía tirar, solo aquel momento en que vio que, si daba el siguiente paso, si avanzaba solo un centímetro más, era el fin, moriría. En ese momento, en que vio a los ojos de la parca, recordó algo que le importaba, su Yo, su ego. La firmeza de su ego lo detuvo, ni su mujer, ni sus hijos –que para entonces ya los tenía- nadie ni nada, lo había detenido jamás, hasta sus cuarenta y tantos años de jugar con la muerte, solo su ego.

El mismo ego que luego de tanto dolor emocional y superación de trampas mortales, se vino arriba y le hizo creer que ahora era una especie de Superman iluminado, porque después de todo aquello, la vida había encontrado un pequeño hueco de luz en su corazón. Por eso, cuando yo lo conocí era luz, una sonrisa que venía más de dentro que de su gesto, con un aura de paz que contagiaba. Luego comprendí que no era su espíritu haciéndose consciente en él, sino su ego brillando como el sol y rey de la galaxia.

Después de aquella resurrección su ego comenzó a hacer lo que sabe hacer, hablar y hablar y a hacerle creer que ya había pasado lo peor de la vida y que ahora todo vendría a él, sólo se manifestaría; lo convenció de que él tenía el poder de crear lo que quisiera, algo así como soplar y hacer botellas. De alguna manera había pasado de la baja estima a la sobre estima, el mismo engaño, pero a la inversa, esperando secretamente hacer ahora cosas realmente grandes.

Pero no jugó con la vida de la misma manera que jugó con la muerte, no la llevó a la montaña rusa venciendo sus límites sin que nada le importara, no fue así. Jugando con la muerte no le importaba nada y pudo explorar los límites máximos de este plano, pero jugando con la vida comenzó a tener cuidados casi obsesivos, comenzó a importarle la imagen que daba, su éxito y sobre todo el dinero. Y esto es lo que experimentaba en el presente como baja autoestima, porque sentía que no había logrado encontrar sentido a su vida.

La fuerza que él tenía no podía verla, porque nada de lo que había hecho le había servido como experiencia. Solo recordaba que no había muerto y su ego había perdido la fuerza en aquella batalla, ya luego no pudo usar esa misma fuerza para ir hacia la vida, porque esta no le parecía tan grandiosa y excitante como muerte. La clara diferencia era que yendo hacia la muerte, la intensidad era vívida, su existencia era una montaña rusa y lo sentía con claridad en el cuerpo, junto con su caótico laberinto emocional que aquietaba con drogas. Pero yendo hacia la vida descubrió que no había indicadores externos, sino que estaban dentro, pero dentro solo le había quedado el miedo a la muerte de aquel día en que la miró cara a cara y decidió vivir para no morir, ese era todo su recuerdo: el contacto primario con el miedo donde había quedado fijado.

Ahora, como yo le dije, “solo te quedaba vivir por Amor”. Amor a ese ser que en su corazón había hecho todo para ser visto por él mismo, para ser reconocido por él mismo, y para ser valorado por él mismo. Necesitaba mirar su corazón y encontrar allí el amor que lo trajo a la vida y lo mantuvo con vida. Necesitaba dejar de mirar dentro, si solamente veía allí la herida que aún sangraba de miedo y abrir los ojos hacia fuera para ver en los demás, como su propio espejo, todo lo que había hecho y creado, porque allí estaba reflejado el sentido de su vida. Su mujer, sus hijos, su nieto, sus hermanos. Tal vez no fuera famoso o escribiera sus memorias, ni tampoco había creado algo destacado para la humanidad, pero con su vida apoyaba la vida de sus seres queridos y eso era amor, él sostenía la base del Castell de los que llegaron y llegarán más alto de su sistema.

Finalmente, mi querido Jean Marie, encontró su lugar en el mundo: su corazón en el corazón de los demás. Allí encontró la confianza en sí mismo y con esto su valía, se vio vivo y disfrutando de su cuerpo, gozando de su sexualidad y haciendo deporte a diario con una salud de hierro. Mientras con respeto y cuidado por la vida sigue buscando el sentido de la suya.

La India

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Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

Convivir en pareja: ¿Cuándo es el momento?

¿Cuándo es el momento de convivir en pareja?
El momento de convivir muchas veces llega por casualidad, por comodidad o por necesidad. En ese caso simplemente ocurre y de este modo, se le quita importancia a la pregunta ¿Quieres vivir conmigo? O, ¿es hora de vivir juntos?
Por antiguo, cursi o romanticón que parezca éste planteamiento, resulta necesario revisarlo para hacerse cargo de la decisión y asumir responsablemente, las consecuencias de la convivencia.

Convivir o vivir con, implica una serie de derechos y responsabilidades que se podrán expresar según la madurez emocional de los participantes.
Si bien es cierto que se aprende a cohabitar sobre la marcha, cuando somos abrazados por el amor y el respeto entre ambos integrantes de la pareja, haciendo que la energía femenina y masculina de ambos se balancee y equilibre, juntos y entre sí. Hay muchos más casos, en los que la baja calidad de amor, traducida en la inmadurez de dos niños que buscan protección, jugando a ser adultos, aunque tengan cincuenta años, malogra el intento.

Una convivencia fallida deja una huella de frustración, es un antecedente de fracaso que condiciona al momento de iniciar otra relación, por esto no debería ser tomada a la ligera, liberándola a las circunstancias.

No hacerse responsable de la decisión de convivir, es salvaguardarse de que pueda no resultar. Es falta de compromiso con el proyecto en común, cuando es así, el proyecto en común suele ser ambiguo o difuso.

Ni siquiera hace falta conocerse mucho para iniciar una convivencia, lo único que es verdaderamente necesario es el acuerdo mutuo de querer hacerlo en pos del amor que la pareja siente y esto los impulsa a compartir un proyecto en común. La motivación debería ser algo tan simple y profundo como el deseo de vivir juntos, querer formar una familia, o el anhelo de crecer y desarrollarse juntos.

Razones como compartir gastos, la “casualidad” de dormir todos los días juntos, o que a alguno de los dos se le termina el contrato de alquiler o se ha quedado sin trabajo, son excusas que condicen a una convivencia por necesidad sin la responsabilidad de asumir la toma de decisión.

He aquí algunas preguntas que te ayudarán a reflexionar para poder decidir si es tu momento de iniciar una convivencia:

¿Para qué quiero vivir contigo?
¿Qué es lo que quiero hacer junto a ti?
¿Estoy dispuesto o dispuesta a hacer un espacio en mi vida y en mi casa para ti?
¿Soy capaz de asumir la responsabilidad de decir «Sí, quiero»?
¿Qué tengo miedo a perder en la convivencia?
¿Qué es lo que puedo ganar con la convivencia?

La India
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La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer que reafirma su sitio de sensible y débil, se recrea en el drama y el victimismo. Cuando aprende a usar su sensibilidad para conocerse, integra así la fuerza de su intensidad y se transforma en la mujer empoderada.

El hombre que potencia su fuerza, actúa con rigidez física y mental. Cuando el hombre aprende que su fuerza natural puede contenerse para entrar en la sensibilidad del mundo emocional, se expresa de forma integrada mostrándose firme y comprensivo en lugar de duro.

La mujer se empodera desde la aceptación de su esencia femenina, la intuición que la lleva a traer del inconsciente las verdades desconocidas, esa es la fuerza receptiva que la guía en el hacer. Enraizada, se hace consciente en el dolor sin sentimentalismos, lo transita y lo trasciende, para soltarlo desapegándose amablemente de su creación. El hombre integrado es el que en la acción expresa su fuerza vital, con expansión y creatividad, siendo poderoso en sí mismo y ofreciendo ese poder. La mujer empoderada y el hombre integrado viven una espiral de crecimiento en la que aprenden el uno del otro, fusionándose en una pareja evolutiva.

El poder que estuvo y sigue estando ancestralmente en el hombre -por ser quién físicamente posee la fuerza en sus músculos- lo ha separado de sí impidiéndole la sensibilidad y el llanto. La polaridad entre el hombre y la mujer ha separado a cada uno de su poder oculto, ya que aquello a lo que se les ha impedido acceder (lo sensible en el hombre y lo fuerte en la mujer) era justamente aquello que los empoderaba e integraba. Por eso hoy día, una mujer valora a un hombre sensible y un hombre, se sienten enriquecido con una mujer que comprenda su esfuerzo. Ambos desean mirarse al alma y comprenderse íntimamente.

Los problemas de pareja aparecen cuando la falta de empatía entre los géneros crea un muro entre ambos, creando dos bandos.

Las mujeres se alían e identifican con mujeres en los actuales círculos de mujeres, en el mercado y saliendo de tiendas, se unen para arroparse y descargarse. Mientras que los hombres unen sus fuerzas en deportes de competencia, yendo al fútbol, o simplemente en la barra de los bares donde se endurecen aún más. Dos círculos separados sin nada en común, pero que conviven en el mismo lecho.

Siento que el hombre se encuentra solo y sin saber por dónde tirar. Ellos no se juntan para trabajar su sensibilidad y llorar por sentirse obligados a ser fuertes y más fuertes; mientras tanto ellas crecen y se expanden en grupos de formación y crecimiento, dejando al hombre fuera de ésta evolución prescindiendo de él y poniendo a todos en la misma bolsa.

La evolución en unidad entre el hombre y la mujer se da cuando ambos aprenden del otro, aquello que les falta. Cuando la mujer logra integrar sanar e integrar su masculino interno y el hombre sane primero su femenino interno para poder reconocer, valorar y amar sanamente.

Cuando hombre y mujer se unen en esencia más allá de los géneros, la pareja es evolutiva y la especie trasciende paradigmas, creando un ser humano evolucionado que crea hijos evolutivos.

Siento que la Mujer se empodera a medida que el hombre se desintegra, una forma oculta e inconsciente de venganza por ser éstos quienes, con su poder físico y machista, encadenaron genética, física y ancestralmente su poder de creación.  Éste desequilibrio encontrará su equilibrio cuando la mujer entre aún más hondo y asuma esta verdad que le da poder y con ella la responsabilidad en la educación en el nuevo paradigma. Ya que somos nosotras las que engendramos traspasando información genética y emocional en la gestación, al niño varón que será el hombre integrado que toda mujer merece tener a su lado: un amigo, amante y compañero.

«La India»

Flamenca, escritora, terapeuta corporal

www.la-india.es

 

 

El poder creador de la fantasía.

El poder creador de la fantasía.

El adulto se idealiza insistiendo en imaginarse como ese ser ideal soñado, que el ego necesita para bien valorarse. El niño sin abstracciones, vive el poder creador de la fantasía.

 

El niño crea sus historias fantasiosas y las vive apasionadamente, se enfada, ríe, llora, en el momento presente esa historia es real y la respira de principio a fin. En su mundo, la vida y la muerte coexisten con toda su graduación emocional como dos momentos de la existencia, marcados por el final del juego que dice que es la hora de dormir. La abstracción del adulto, por el contrario, encuentra en la idealidad una escapatoria al futuro, de este modo, se salta los hechos conflictivos del presente, con la fantasía de que dejen de existir sino los siente demasiado en el hoy.

 

La fantasía del niño es en su totalidad vivida en el momento presente. La idealidad del adulto se extiende al futuro para no sentir la frustración del aquí y ahora.

 

La fantasía es la creación real del mundo infantil, el niño encarnando a Superman siente y se expresa con autenticidad en el ahora. El adulto idealiza el ahora gris en los colores del mañana. El niño vive su realidad y el adulto muere por no vivirla, por esquivarla y trasladarse a un mundo ideal por el que trabaja y agota sus fuerzas.

 

La energía necesaria para la vida está en el hoy. En lo que hoy sientes. Hoy ingieres. Hoy digieres. Hoy procesas. Hoy descansas. Hoy te amas. El niño crea, vive y quema sus energías en el presente, ese agotamiento lo vacía cada noche cayendo rendido para volver a llenarse a la mañana siguiente, por eso, su día a día es un renacer constante en el que regenera y expande su vida en abundancia. El pobre adulto, huyendo de lo que es ahora, va desgastándose en su confuso camino hacia aquel ideal de pareja, de trabajo, de ser quien le gustaría ser y de tantísimas cosas que es capaz de imaginar perfectas y relucientes; allí adelante y arriba, la dirección hacia donde ensueña su mirada, que nunca está en la línea recta del presente.

 

Supongo que dejamos de fantasear para comenzar a idealizar, cuando nos convertimos en los ideales que mamá y papá nunca alcanzaron, cuando sentimos que debíamos ser lo que ellos mismos idealizaron y nunca fueron. Así dejamos de encarnar nuestras fantasías, dejamos de lado nuestro poder creador de vida y comenzamos a idealizar las ideas muertas de nuestros padres que fueron trasladándose paulatinamente y con el crecimiento, a los ideales de éxito de la sociedad de consumo.

 

Por eso, el adulto, en la única oración donde coloca la palabra fantasía es en “fantasías sexuales”. Estas son las únicas que guarda en secreto culposo y que con suerte un día, podrá dejar de intentar hacerlas realidad sin sentirse pecaminoso, para compartirlas con aquella inocencia y autenticidad, que alberga en el corazón de su niño interno, en la relación de pareja adulta.

 

Cuando reconocemos y damos lugar a la fantasía que podría concretarse y comprendemos que la idealidad siempre es inexistente, ordenamos nuestras ideas con criterio de realidad. Aprendemos a aceptar lo que es posible y lo que no lo es, aquello que nos gustaría pero que, en verdad no es factible, no está ocurriendo y no va a ocurrir hoy. Entonces, la comprensión llega suavemente y aceptamos que los hechos son los que transcurren en este momento sin reinterpretarlos en la idealidad de aquello que podría ser en el futuro. Porque esa huida del hoy es mucho más dura energéticamente y tiene más costo emocional, que aceptar lo que prefiero no ver porque no me gusta, no me viene bien, o no es lo que quisiera. Para poder pasar página en paz.

El sostener la idealidad detiene la vida, gastando fuertes cantidades de energía mental y emocional, con la fantasía positivista de que siempre se puede. Cuando a veces, muchas veces más, no puedes. Y este es el movimiento de vida, no una quietud de muerte en la que se arbitran los hechos como si no existieran. La idealización es un movimiento mortífero y huidizo que nos mantiene ocupados en la retorta creando el homúnculo que nunca respirará, poniéndonos la máscara de la sonrisa boba y esperanzada que nos asfixia lentamente, nos duerme y nos hace olvidar el poder creador de la fantasía.

La India

T.Corporal. Escritora. Flamenca

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Mi cuerpo era mi trauma. Por Silvina Dewey

Mi cuerpo era mi trauma. Por Silvina Dewey

Por aquellos años de fines de los 90, transitaba una etapa de mi vida bastante especial, cuestiones personales, laborales, emociones encontradas. La principal cuestión, reconocerme y reconocer mi cuerpo. Me era totalmente impensable experimentar, elaborar, procesar, sanar  a través de la expresión corporal. Había probado todo tipo de terapias individuales, grupales, psicoanálisis, en nada podía obtener algún resultado o señal para conseguir revertir mi momento.

Vivo en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina a unos kilómetros de la capital de la provincia, ciudad de La Plata y por una hermosa causalidad de la vida y por medio de un familiar me encontré con una profesional que trabajaba todo lo que yo padecía y nada menos que con la terapia corporal ¡Uff, qué difícil!, me sonaba! No tenía mucha referencia al respecto pero sabía que debía aceptar el desafío y lo hice.
Llegar a La Plata para mi primera sesión mientras viajaba, era preguntarme y repreguntarme todo el tiempo ¿Qué hago? ¿Qué digo? ¿De qué le hablo? Quería llegar y que pasara rápido, pero al mismo tiempo no sabía si estando en la puerta entraría ¡Sí! Así como lo relato, era tanto mi complejo corporal, que una parte de mí se negaba a que el hablara y mucho menos se mostrara.

Llegue. Ahí estaba. Sentada en la recepción de un lugar que me transmitía una sensación especial. La India, con esa sensibilidad especial me dijo: “Hola Silvi, vení, entremos. Recuerdo que era un espacio que me pareció inmenso, con un montón de elementos, muchos de los cuales me recordaban a mi infancia, pues con ellos jugaba de chica. Nos sentamos en el suelo, descalzas y comenzamos a charlar y sentí que las palabras solo fluían.

Fue maravilloso, especial, diferente.  Por primera vez en toda mi vida me sentí a gusto, cómoda y sin tanta formalidad hablando de mis dificultades.Y así comencé un camino que me ayudó muchísimo en diversos aspectos.

Fue una experiencia maravillosa, fue La India quien me ayudo a reconocer, aceptar y modificar lo que para mí era prácticamente un trauma: mi cuerpo. A partir de experimentar mis emociones de manera diferente, cada sesión era una enseñanza y una expectativa superada en muchos aspectos.
Pasaron muchas cosas en todo ese y este tiempo, me pasaron. Trabajé junto ella poco más de un año, luego perdimos contacto. La maravillosa tecnología en este aspecto hizo que la vida nos volviera a cruzar, ella allí en Sevilla y yo aquí en Argentina, trabajando de lo que más me gusta, amo mi profesión, me capacito permanentemente, siento que crecer y avanzar en lo que nos gusta es un desafío constante que nos colma de satisfacciones. Aprendí que mi cuerpo es mucho más de lo que exterioriza. La India me lo enseño, fue ella quien siempre me alentó a más, a que todo es posible sabiendo cual es nuestro principal objetivo, utilizando las herramientas que necesitamos y con el deseo permanente de alcanzarlo.
No se pierdan esta hermosa posibilidad que ella nos brinda para que podamos superarnos y transitar un camino único y vivencial que seguro los enriquecerán.

Necesitaría muchísimo más tiempo para contar mi experiencia, pero lo más importante que quiero transmitir, es que hubo un antes y un después luego de esas especiales sesiones con esta India que hoy sigue con la misma humildad, calidez, simpleza y generosidad de cuando la conocí. UNA PROFESIONAL con todas las letras.
Gracias. Gracias. Un Abrazo enorme, mi cariño y especial agradecimiento.

Un Placer, orgullo y un honor poder ver hoy tu crecimiento y saber que seguís conservando tu esencia como excelente ser humano.

Silvina Dewey. Bs As (Argentina)

Gracias de todo corazón Silvina por este reencuentro, por compartir tu experiencia y hacerme saber de tu vida. Es un honor haberte acompañado.

La India

Terapeuta Corporal

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