Vivir para no morir, una historia real.

Vivir para no morir, una historia real.

Conocí a una persona que decía de sí misma tener baja autoestima, tenía un discurso autocompasivo, aunque ella intentaba que no sonara así. Había trabajado mucho lo emocional y lo espiritual desde los cuarenta años -momento en que según él, había vivido su despertar-  lo que me constaba por su amplio currículo en formaciones y experiencias de sanación.

En su actual momento se sentía sin ilusión, sin sentido, yo podía percibir en el fondo una búsqueda sin esperanzas, la búsqueda que como excusa de vida lo alejaba de la muerte. Deambulaba entre ciclos en los que se dejaba respirar catatónicamente para luego experimentar la vida, y decía sentir que cuando entraba a “la vida” no encontraba el sentido o la motivación que lo ilusionara a seguir en la aventura, no encontraba la fuerza para vivir y a esto él lo llamaba baja autoestima.

Había sido una persona que durante toda su vida se había negado a sí mismo ser una persona de baja estima yéndose a la polaridad, aparentando ante su medio relacional ser un tío fuerte y decidido con una estima brillante. Durante nuestro encuentro y con casi sesenta años, tomó contacto con que esto de la autoestima baja no era de este momento, sino que había sido desde siempre, pero que nunca antes había querido asumir. “Intento darme fuerza para no sentirme desvalorizado” me dijo, reconociendo que así había vivido su historia, esforzándose por darse valor para no sentir su pobre estima.Conocí a una persona que decía de sí misma tener baja autoestima, tenía un discurso autocompasivo, aunque ella intentaba que no sonara así. Había trabajado mucho lo emocional y lo espiritual desde los cuarenta años -momento en que según él, había vivido su despertar-  lo que me constaba por su amplio currículo en formaciones y experiencias de sanación. En su actual momento se sentía sin ilusión, sin sentido, yo podía percibir en el fondo una búsqueda sin esperanzas, la búsqueda que como excusa de vida lo alejaba de la muerte.

Desde luego era un hombre con una increíble fuerza espiritual que lo llevó a atravesar momentos de contacto con la muerte, dicho esto literalmente. Tenía una historia familiar muy dura, con una niñez desprotegida por la sobreprotección de sus padres y al mismo tiempo con la exigencia inconsciente de abastecer las expectativas de ellos. Criado como un niño especial y brillante, fue un adolescente rebelde al extremo de tontear con la muerte, provocándola hasta los límites de las drogas duras y la experiencia de vida que estas traen en la noche, la soledad, las relaciones y el vacío. Había vivido también alcoholismo, depresión y disfunciones sexuales que lo intimidaban en el encuentro con la mujer. Cuando yo lo conocí no había rasgos de todo aquello, se lo veía con una energía de amor, paz y armonía, es cierto que en su mirada había una historia de vida profunda y dolorosa, pero que no era diferente a la de cualquier adulto cuando miramos sus ojos en profundidad.

Me vino una reflexión que tomé también para mí, porque todos provocamos al “no vivir” que es esa muerte oscura, pegajosa, limitante que nos ahoga lentamente. Porque la muerte como evolución, es otra cosa, es sagrada, es entrega y es rendición. Llegamos a ella con la certeza de haber hecho todo lo que se ha podido con lo que se tenía al alcance, entonces sí es posible descansar en paz. El no vivir viviendo es muy diferente, la muerte en vida de la depresión como lo suelen diagnosticar, es un letargo mierdoso, oscuro y asfixiante.

Me pregunté cómo era posible que se desvalorizara tanto alguien con tanta fuerza, como para jugar provocativamente con la muerte sin importarle absolutamente nada, familia, trabajo, estudio, dinero ¡Nada! Porque nada lo detenía en su misión de saber hasta dónde podía tirar, solo aquel momento en que vio que, si daba el siguiente paso, si avanzaba solo un centímetro más, era el fin, moriría. En ese momento, en que vio a los ojos de la parca, recordó algo que le importaba, su Yo, su ego. La firmeza de su ego lo detuvo, ni su mujer, ni sus hijos –que para entonces ya los tenía- nadie ni nada, lo había detenido jamás, hasta sus cuarenta y tantos años de jugar con la muerte, solo su ego.

El mismo ego que luego de tanto dolor emocional y superación de trampas mortales, se vino arriba y le hizo creer que ahora era una especie de Superman iluminado, porque después de todo aquello, la vida había encontrado un pequeño hueco de luz en su corazón. Por eso, cuando yo lo conocí era luz, una sonrisa que venía más de dentro que de su gesto, con un aura de paz que contagiaba. Luego comprendí que no era su espíritu haciéndose consciente en él, sino su ego brillando como el sol y rey de la galaxia.

Después de aquella resurrección su ego comenzó a hacer lo que sabe hacer, hablar y hablar y a hacerle creer que ya había pasado lo peor de la vida y que ahora todo vendría a él, sólo se manifestaría; lo convenció de que él tenía el poder de crear lo que quisiera, algo así como soplar y hacer botellas. De alguna manera había pasado de la baja estima a la sobre estima, el mismo engaño, pero a la inversa, esperando secretamente hacer ahora cosas realmente grandes.

Pero no jugó con la vida de la misma manera que jugó con la muerte, no la llevó a la montaña rusa venciendo sus límites sin que nada le importara, no fue así. Jugando con la muerte no le importaba nada y pudo explorar los límites máximos de este plano, pero jugando con la vida comenzó a tener cuidados casi obsesivos, comenzó a importarle la imagen que daba, su éxito y sobre todo el dinero. Y esto es lo que experimentaba en el presente como baja autoestima, porque sentía que no había logrado encontrar sentido a su vida.

La fuerza que él tenía no podía verla, porque nada de lo que había hecho le había servido como experiencia. Solo recordaba que no había muerto y su ego había perdido la fuerza en aquella batalla, ya luego no pudo usar esa misma fuerza para ir hacia la vida, porque esta no le parecía tan grandiosa y excitante como muerte. La clara diferencia era que yendo hacia la muerte, la intensidad era vívida, su existencia era una montaña rusa y lo sentía con claridad en el cuerpo, junto con su caótico laberinto emocional que aquietaba con drogas. Pero yendo hacia la vida descubrió que no había indicadores externos, sino que estaban dentro, pero dentro solo le había quedado el miedo a la muerte de aquel día en que la miró cara a cara y decidió vivir para no morir, ese era todo su recuerdo: el contacto primario con el miedo donde había quedado fijado.

Ahora, como yo le dije, “solo te quedaba vivir por Amor”. Amor a ese ser que en su corazón había hecho todo para ser visto por él mismo, para ser reconocido por él mismo, y para ser valorado por él mismo. Necesitaba mirar su corazón y encontrar allí el amor que lo trajo a la vida y lo mantuvo con vida. Necesitaba dejar de mirar dentro, si solamente veía allí la herida que aún sangraba de miedo y abrir los ojos hacia fuera para ver en los demás, como su propio espejo, todo lo que había hecho y creado, porque allí estaba reflejado el sentido de su vida. Su mujer, sus hijos, su nieto, sus hermanos. Tal vez no fuera famoso o escribiera sus memorias, ni tampoco había creado algo destacado para la humanidad, pero con su vida apoyaba la vida de sus seres queridos y eso era amor, él sostenía la base del Castell de los que llegaron y llegarán más alto de su sistema.

Finalmente, mi querido Jean Marie, encontró su lugar en el mundo: su corazón en el corazón de los demás. Allí encontró la confianza en sí mismo y con esto su valía, se vio vivo y disfrutando de su cuerpo, gozando de su sexualidad y haciendo deporte a diario con una salud de hierro. Mientras con respeto y cuidado por la vida sigue buscando el sentido de la suya.

La India

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Los arquetipos del baile flamenco.

Los arquetipos del baile flamenco.

“Freud dijo, que la meta de la terapia era hacer consciente lo inconsciente y además definió el inconsciente como un pozo sin fondo, un caldero de ideas aterradoras pugnando por subir a la conciencia. Jung, se dedica a explorar este inconsciente y suma el concepto de inconsciente colectivo cuyos contenidos son los arquetipos.” George Boeree.

“A los contenidos del inconsciente colectivo los denominamos arquetipos, que al conciencializarse, cambian de acuerdo con cada conciencia individual en que surge.” Carl Gustav Jung.

            Los arquetipos, son personas internas o partes del sí mismo, que representan la idea de algo pre-existente en el inconsciente colectivo, y se expresan con energía femenina o masculina, independientemente del género de cada persona, puesto que todos los seres humanos tenemos esta polaridad interna.

Los doce arquetipos principales adaptados al baile flamenco, sirven de algún modo para identificar la forma de bailar y, por ende, de adaptarnos a la vida. Siendo posible reconocer así diferentes momentos de la evolución emocional y espiritual de quien baila o se expresa artísticamente. Si bien todos ellos -los arquetipos- jamás se presentan individualmente, es decir de forma pura, establecen relaciones entre sí. Es posible por esto, identificarnos con cada uno de ellos, notando cuál es más fuerte o más débil, quién da la orden o quién obedece, cuál es más consciente y a cuál ni siquiera reconocemos, a cuál aceptamos o rechazamos; el objetivo de esta reflexión tiene la finalidad de elevar el nivel de conciencia e ir completando el puzzle interno, que muchas veces queda sin respuesta.Los doce arquetipos principales adaptados al baile flamenco, sirven de algún modo para identificar la forma de bailar y, por ende, de adaptarnos a la vida. Siendo posible reconocer así diferentes momentos de la evolución emocional y espiritual de quien baila o se expresa artísticamente. Si bien todos ellos -los arquetipos- jamás se presentan individualmente, es decir de forma pura, establecen relaciones entre sí. Es posible por esto, identificarnos con cada uno de ellos, notando cuál es más fuerte o más débil, quién da la orden o quién obedece, cuál es más consciente y a cuál ni siquiera reconocemos, a cuál aceptamos o rechazamos; el objetivo de esta reflexión tiene la finalidad de elevar el nivel de conciencia e ir completando el puzzle interno, que muchas veces queda sin respuesta.

El Flamenco es El Joven fuerte e irreflexivo, el arquetipo del guerrero que impulsa intensamente a seguir en la lucha por la conquista y sentirse vencedor. Lo suyo es la incansable fuerza de voluntad. Y allí va a gastar tacón con iniciativa, e invirtiendo su energía en cuantas más clases y horas de ensayo le sean posibles resistir, con ilusión e inocencia. Su mensaje es la lucha y lo hace compitiendo por sentirse el mejor, ser visto y ser admirado, con lo que así comprueba su fuerza.

El flamenco es este guerrero encargado del brío, del baile de fuerza con los remates indómitos, aquellos en los que parecería que va a perder el equilibrio porque aparece embistiendo y luchando contra la gravedad, hasta plantarse al final, luego de su lucha, en el que puede vencer o perecer.

El flamenco es La Muchacha sensual e insegura, la gracia de sus movimientos atrae por el magnetismo de su sensualidad. Con gran sensibilidad y oído musical, es la amante del goce y de los placeres del cuerpo. Este arquetipo representa la valoración personal dada por el talento y el carisma para cautivar al público, con lo que logra sentirse querida. El flamenco a través de esta persona interna dice: “siéntete segura del espacio que ocupas, eres bella y abundante”.

La sensualidad y el atractivo de las formas redondeadas y curvilíneas son un aspecto fundamental del baile flamenco. La forma de andar pausada y elegante, con peso y bien plantada, en las raíces más profundas de la tierra donde se empodera, por lo que la hace ser corporalmente resistente.

El flamenco es El Estudiante polifacético y disperso, hiperactivo e imprevisible, se interesa por aprenderlo todo: bata, mantón, cajón, cante, sólo por nombrar algunas posibilidades y no extenderme en todo el repertorio, que sin dudas este arquetipo abarca, además del estudio de todos los palos. Coge así, un poco de cada maestro con los que toma clases de muy variados estilos; es el coleccionista de pasos y montajes que va como una mariposa de flor en flor y no se posa en ninguna. Quiere saberlo todo y de todos, lo que lo hace ser un estudiante curioso y analítico, que además se relaciona con sus pares intercambiando información. El tema de este arquetipo es: el intelecto y las relaciones sociales.

El flamenco es La Madre abnegada y vulnerable que representa a los sentimientos. El arquetipo de la madre interna amorosa y contenedora, que ama y abraza el niño pequeño que hay en ti dejándolo ser. Le acompaña a experimentar las emociones para que el niño aprenda a permitirlas y aceptarlas en el momento en que aparecen, para luego dejarlas ir. Porque hagas lo que hagas, ella, la madre que está dentro de ti, siempre te amará incondicionalmente. De este modo, las emociones primarias de miedo, ira, tristeza, alegría, en unidad al compás de sus entrañas, fluirán libres de expresarse junto a las memorias del alma, guardadas en el núcleo del centro del corazón, como el movimiento de entrega a la vida en forma de danza.

Las emociones son el punto neurálgico del baile flamenco, el mensaje de éste arquetipo es: “escucha a tu corazón y déjate sentir en él de forma intuitiva, abraza tus heridas del pasado sin victimismo”.

El flamenco es El Ego equilibrado y firme, es la personalidad que sabe plantarse en el tablao y con solo mirar serenamente manda en el escenario de su reino, indicando a sus guerreros como arropar y abrazar su danza, asegurándose que sepan qué es lo que él quiere oír, cómo quiere que suene y dónde lo quiere. Creando sus entradas y salidas tanto como las intensidades.

El arquetipo del ego, el rey que sube a su trono con todas sus galas, sabe quién es, de dónde viene y a dónde va, se acepta y se ama. Reconoce en su historia la fuerza y el valor, se mira en el presente y se proyecta al futuro desde lo profundo de su corazón, enraizado en la tierra y elevado al universo.

El flamenco es La Trabajadora constante y humilde. Esta es la parte que se dedica al hacer sin prisas, pero sin pausas, con humildad y sin expectativas de brillo, sino, aceptando que lo más importante es el trabajo diario, aunque pueda ser tedioso. Es el arquetipo que necesita encerrarse en soledad, casi como un ritual a practicar lo aprendido, depurar la técnica. Ella se avoca al trabajo personal, clasificando la información en cuanto a lo que le viene bien y le aporta, tanto como lo que le resta. Puede ser aburrida, a veces algo obsesiva y temerosa, también puede sentirse insegura e insignificante. Aunque sin este arquetipo de apariencia gris, caeríamos en el caos del desorden, sin saber qué hacer con tanta información acumulada. Es el arquetipo del trabajo responsable y fatigoso que purifica la técnica.

El flamenco es El otro como espejo. Es la parte que toma consciencia de la necesidad del otro ,representado en el baile flamenco por el cante, la guitarra y palmas. Sin vincularse estrechamente con este “otro”, sencillamente no podría disfrutarse a sí mismo. Es la persona interna que se interesa amable y armónicamente en mantener una relación de equilibrio con ese otro cercano, relegando la individualidad y los deseos personales en función del hecho flamenco que crean entre todos.

Es lo complejo y necesario de las cuestiones relacionales. Donde la relación con el cante y la guitarra es necesaria para completar el propio proceso del bailar, sentir el baile y enamorarse de él, ya que sin ellos, los músicos, sería imposible. Son las mariposas en el estómago, las que se sienten dentro de uno, pero gracias a la presencia del otro en una relación de enamoramiento y de mutua necesidad.

El flamenco es La Transformación profunda y dolorosa. Es el arquetipo del diablo que nos hunde en el fuego del infierno, enfrentándonos a las oscuridades que nos atormentan en silencio para que las aceptemos y amemos, ya que solo así serán transformadas en energía de renovación y vida. Es la parte que pide más, más sentir, más estudio, más actuaciones. Nunca estará conforme porque mantiene la idea fija de llegar a ese sueño imposible, impidiendo disfrutar de los pequeños logros, porque siempre le parecerán pocos. Es el vampiro que consumiendo tú energía, persigue el flamenco ideal que está siempre fuera de ti.

Cuando no te encuentras ya en tu baile, porque has perdido el sentido y sufres por ello, te susurra al oído: “deja morir el ideal que tu ego ha construido, ahora es momento de bucear en la noche oscura de tu alma y salir del capullo”. Así, justamente después de morder el polvo lo suficiente, nos hacemos conscientes que la danza, así como la vida, alcanzan la plenitud a través de la continua transformación.

El flamenco es El Buscador de tu verdad. La verdad iluminará tu recuerdo de ti luego de la transformación y te mostrará el camino a la autenticidad. Un espíritu filosófico que busca respuestas a la pregunta ¿Cuál es el sentido que el flamenco tiene en mi vida? Es el arquetipo de la búsqueda del sí mismo que dice: “Yo soy flamenco, esta es mi forma de ser y de vivir”

El flamenco como religión, ideología y forma de ver, quien vive y suda flamenco. El fanatismo y devoción con el que intenta contagiar su entusiasmo hacia todos quienes le rodean. Expansivo e invasivo sin dejar indiferente a nadie que sea alcanzado por su vibración, su ritmo y su soniquete.

El flamenco es La ley objetiva e implacable que valida y da estructura a quién eres. El arquetipo de la maestría. Desde su lugar no se interesa tanto por si te sientes flamenco, como por las reglas que debes cumplir para serlo. De este modo, nos obliga a tomar contacto con la realidad del único destino que el flamenco conoce, el compás y el estilo. Esta es la herramienta más temida, respetada y a amada que utiliza este arquetipo, con la que nos exige y examina fríamente para otorgar su aprobación o su rechazo. Pero con su sabiduría y nobleza también te dice: “Debes hacer del compás tu sentir y autorrealizarte”.

Representa las leyes objetivas profundas e inamovibles bajo las que se rige flamenco, que están por encima de nuestros deseos y sentimientos subjetivos, leyes que debemos aceptar y respetar. Su mensaje es: “no puedes hacer lo que te venga en gana, hay normas que cumplir”.

El flamenco es El Revolucionario creativo y rebelde, quien remueve todo lo aprendido, va más allá de sentirse flamenco o de serlo. Inyecta nuevas ideas y pone en tela de juicio lo conseguido, por esto, pretende reformar, perfeccionar e impulsar al público a otro paradigma con sus invenciones originales y descubrimientos exóticos. Es el bohemio al que le encanta probarlo todo y se permite toda clase de experimentos sin prejuicios.

Tu revolucionario interno, el que no te dejará en paz hasta que seas tú más allá de las limitaciones puristas y ortodoxas, será tu insoportable en la oreja diciéndote una y otra vez, vive tu aventura, búscate en la vida y en tu danza. Sorprende mostrando caminos inexplorados de ti. Es una forma de ser progresista, dando paso a la evolución del arte flamenco sobre la base de una estructura anterior, evitando las rigideces y dogmas.

El flamenco es La Inspiración, el arte y la espiritualidad. La gran inmensidad detrás del mundo real de la excentricidad o lo ortodoxo. Este arquetipo propone soltar estructuras arcaicas y aventuras sin límites, para retirarse al mundo interior, al mundo infinito de la creación; para lo que es necesario abandonar todo preconcepto y agudizar la percepción. Su mensaje dice: “cierra los ojos y deja que tu intuición se haga fuerte y certera, el arte está en ti, eres tú y es espíritu”. Cuando surge la inspiración, lo inexplicable del duende ocurre en el paraíso flamenco. Es una forma de plasmar el cielo en la tierra en la lucha entre fluir con el arte como un impulso caótico o hacerlo intuitivo para al público. Este arquetipo es el verdadero artista en ti.

La inspiración, aparece como un fin de ciclo, una vista de conjunto de lo aprendido en cuanto a la fuerza de voluntad y la valoración personal, el aprendizaje de la técnica, estructura, expresión emocional, creación, experiencia con uno y con los otros, dando paso al proceso de transformación, la motivación y la invención. Apareciendo como el puente o contacto con lo espiritual del artista que abarca al flamenco. Este arquetipo del artista, tiene más holgura cuando la persona ha alcanzado cierto estado madurativo y evolutivo, para poder concentrarse y utilizar su sabiduría e intuición en vez de dispersarse con la información acaparada.

La India

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Arquetipos e inconsciente colectivo. Carl Gustav Jung. Traducción de Miguel Murmis. Ed Paidós. 1970.

Teorías de la personalidad. C. George Boeree. Traducción de Rafael Gautier.

Symbolon. Peter Orban. Ingrdid Zinnel.Thea Weller. Traducción de Manuel Zapata García Culbuks. 1917.

Ph: https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/el-dossier/carmen-amayaflamenco_203806_102.html  

 

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer empoderada y el hombre integrado, crean la pareja evolutiva.

La mujer que reafirma su sitio de sensible y débil, se recrea en el drama y el victimismo. Cuando aprende a usar su sensibilidad para conocerse, integra así la fuerza de su intensidad y se transforma en la mujer empoderada.

El hombre que potencia su fuerza, actúa con rigidez física y mental. Cuando el hombre aprende que su fuerza natural puede contenerse para entrar en la sensibilidad del mundo emocional, se expresa de forma integrada mostrándose firme y comprensivo en lugar de duro.

La mujer se empodera desde la aceptación de su esencia femenina, la intuición que la lleva a traer del inconsciente las verdades desconocidas, esa es la fuerza receptiva que la guía en el hacer. Enraizada, se hace consciente en el dolor sin sentimentalismos, lo transita y lo trasciende, para soltarlo desapegándose amablemente de su creación. El hombre integrado es el que en la acción expresa su fuerza vital, con expansión y creatividad, siendo poderoso en sí mismo y ofreciendo ese poder. La mujer empoderada y el hombre integrado viven una espiral de crecimiento en la que aprenden el uno del otro, fusionándose en una pareja evolutiva.

El poder que estuvo y sigue estando ancestralmente en el hombre -por ser quién físicamente posee la fuerza en sus músculos- lo ha separado de sí impidiéndole la sensibilidad y el llanto. La polaridad entre el hombre y la mujer ha separado a cada uno de su poder oculto, ya que aquello a lo que se les ha impedido acceder (lo sensible en el hombre y lo fuerte en la mujer) era justamente aquello que los empoderaba e integraba. Por eso hoy día, una mujer valora a un hombre sensible y un hombre, se sienten enriquecido con una mujer que comprenda su esfuerzo. Ambos desean mirarse al alma y comprenderse íntimamente.

Los problemas de pareja aparecen cuando la falta de empatía entre los géneros crea un muro entre ambos, creando dos bandos.

Las mujeres se alían e identifican con mujeres en los actuales círculos de mujeres, en el mercado y saliendo de tiendas, se unen para arroparse y descargarse. Mientras que los hombres unen sus fuerzas en deportes de competencia, yendo al fútbol, o simplemente en la barra de los bares donde se endurecen aún más. Dos círculos separados sin nada en común, pero que conviven en el mismo lecho.

Siento que el hombre se encuentra solo y sin saber por dónde tirar. Ellos no se juntan para trabajar su sensibilidad y llorar por sentirse obligados a ser fuertes y más fuertes; mientras tanto ellas crecen y se expanden en grupos de formación y crecimiento, dejando al hombre fuera de ésta evolución prescindiendo de él y poniendo a todos en la misma bolsa.

La evolución en unidad entre el hombre y la mujer se da cuando ambos aprenden del otro, aquello que les falta. Cuando la mujer logra integrar sanar e integrar su masculino interno y el hombre sane primero su femenino interno para poder reconocer, valorar y amar sanamente.

Cuando hombre y mujer se unen en esencia más allá de los géneros, la pareja es evolutiva y la especie trasciende paradigmas, creando un ser humano evolucionado que crea hijos evolutivos.

Siento que la Mujer se empodera a medida que el hombre se desintegra, una forma oculta e inconsciente de venganza por ser éstos quienes, con su poder físico y machista, encadenaron genética, física y ancestralmente su poder de creación.  Éste desequilibrio encontrará su equilibrio cuando la mujer entre aún más hondo y asuma esta verdad que le da poder y con ella la responsabilidad en la educación en el nuevo paradigma. Ya que somos nosotras las que engendramos traspasando información genética y emocional en la gestación, al niño varón que será el hombre integrado que toda mujer merece tener a su lado: un amigo, amante y compañero.

«La India»

Flamenca, escritora, terapeuta corporal

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El poder creador de la fantasía.

El poder creador de la fantasía.

El adulto se idealiza insistiendo en imaginarse como ese ser ideal soñado, que el ego necesita para bien valorarse. El niño sin abstracciones, vive el poder creador de la fantasía.

 

El niño crea sus historias fantasiosas y las vive apasionadamente, se enfada, ríe, llora, en el momento presente esa historia es real y la respira de principio a fin. En su mundo, la vida y la muerte coexisten con toda su graduación emocional como dos momentos de la existencia, marcados por el final del juego que dice que es la hora de dormir. La abstracción del adulto, por el contrario, encuentra en la idealidad una escapatoria al futuro, de este modo, se salta los hechos conflictivos del presente, con la fantasía de que dejen de existir sino los siente demasiado en el hoy.

 

La fantasía del niño es en su totalidad vivida en el momento presente. La idealidad del adulto se extiende al futuro para no sentir la frustración del aquí y ahora.

 

La fantasía es la creación real del mundo infantil, el niño encarnando a Superman siente y se expresa con autenticidad en el ahora. El adulto idealiza el ahora gris en los colores del mañana. El niño vive su realidad y el adulto muere por no vivirla, por esquivarla y trasladarse a un mundo ideal por el que trabaja y agota sus fuerzas.

 

La energía necesaria para la vida está en el hoy. En lo que hoy sientes. Hoy ingieres. Hoy digieres. Hoy procesas. Hoy descansas. Hoy te amas. El niño crea, vive y quema sus energías en el presente, ese agotamiento lo vacía cada noche cayendo rendido para volver a llenarse a la mañana siguiente, por eso, su día a día es un renacer constante en el que regenera y expande su vida en abundancia. El pobre adulto, huyendo de lo que es ahora, va desgastándose en su confuso camino hacia aquel ideal de pareja, de trabajo, de ser quien le gustaría ser y de tantísimas cosas que es capaz de imaginar perfectas y relucientes; allí adelante y arriba, la dirección hacia donde ensueña su mirada, que nunca está en la línea recta del presente.

 

Supongo que dejamos de fantasear para comenzar a idealizar, cuando nos convertimos en los ideales que mamá y papá nunca alcanzaron, cuando sentimos que debíamos ser lo que ellos mismos idealizaron y nunca fueron. Así dejamos de encarnar nuestras fantasías, dejamos de lado nuestro poder creador de vida y comenzamos a idealizar las ideas muertas de nuestros padres que fueron trasladándose paulatinamente y con el crecimiento, a los ideales de éxito de la sociedad de consumo.

 

Por eso, el adulto, en la única oración donde coloca la palabra fantasía es en “fantasías sexuales”. Estas son las únicas que guarda en secreto culposo y que con suerte un día, podrá dejar de intentar hacerlas realidad sin sentirse pecaminoso, para compartirlas con aquella inocencia y autenticidad, que alberga en el corazón de su niño interno, en la relación de pareja adulta.

 

Cuando reconocemos y damos lugar a la fantasía que podría concretarse y comprendemos que la idealidad siempre es inexistente, ordenamos nuestras ideas con criterio de realidad. Aprendemos a aceptar lo que es posible y lo que no lo es, aquello que nos gustaría pero que, en verdad no es factible, no está ocurriendo y no va a ocurrir hoy. Entonces, la comprensión llega suavemente y aceptamos que los hechos son los que transcurren en este momento sin reinterpretarlos en la idealidad de aquello que podría ser en el futuro. Porque esa huida del hoy es mucho más dura energéticamente y tiene más costo emocional, que aceptar lo que prefiero no ver porque no me gusta, no me viene bien, o no es lo que quisiera. Para poder pasar página en paz.

El sostener la idealidad detiene la vida, gastando fuertes cantidades de energía mental y emocional, con la fantasía positivista de que siempre se puede. Cuando a veces, muchas veces más, no puedes. Y este es el movimiento de vida, no una quietud de muerte en la que se arbitran los hechos como si no existieran. La idealización es un movimiento mortífero y huidizo que nos mantiene ocupados en la retorta creando el homúnculo que nunca respirará, poniéndonos la máscara de la sonrisa boba y esperanzada que nos asfixia lentamente, nos duerme y nos hace olvidar el poder creador de la fantasía.

La India

T.Corporal. Escritora. Flamenca

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Cuenta atrás 2. La Felicidad

Cuenta atrás 2. La Felicidad

En mi adolescencia era aficionada a las novelas y telenovelas, vibraba con los personajes y sus dramas encarnando apasionadamente sus papeles. Cuando finalmente los protagonistas en cuestión se encontraban y se daban el sí para siempre, terminaba. Justo cuando podía comenzar a disfrutar sin tensiones de esa ansiada felicidad no había más libreto. Me quedaba con una sensación de vacío, que sólo la cubría comenzando con una nueva.

Lo que se hace intolerante es ese vacío existencial que sólo se llena con melodrama relacional. La montaña rusa llega al fin del recorrido y toca decidir qué hacer ¿Otra vuelta o sentarse a mirar cómo gira?

Ahora prefiero sentarme y mirar la montaña rusa a la que subí, donde grité del horror y lloré del miedo, me quise bajar cuando estaba en la cima, reí histéricamente entre risas desconocidas, en definitiva, siempre estuve sola ante la posibilidad de morir ante el peligro o perder a alguien amado en una curva.

Me imagino la felicidad como poder sostenerme una cinta transportadora, siendo yo una maleta que contiene solo lo importante y dejándome llevar por el destino.

Siento que fui apretado el botón de detener hace algún tiempo y como una locomotora, que va aminorando la velocidad hasta quedar detenida lentamente. Ahora puedo bajar porque todo está en calma, soy capaz de observar y ser objetiva con el juego emocional de la vida en el que ya no me interesa participar. Lo que espero, después de esta comprensión, es ponerlo en práctica y aunque mi ego me ponga zancadillas para olvidarlo, este testimonio que he ido reflejando en estos diez días de reflexión, me ayudarán a volver a contemplar la montaña rusa desde abajo, porque allí es donde quiero estar. Al menos ahora, sé cómo volver a tierra firme  y a mi centro, toda vez que lo olvide.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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