Día cero.

Día cero.

Lo que sigue lo escribieron mis dedos, aunque no tengo muy claro qué parte de mí lo estaba dictando, como si alguien desde dentro me hablara directamente a mí.

Me senté en el ordenador para enviar unos correos, pero sentí el impulso de escribir con una idea muy clara, lo hice sin detenerme, hasta que simplemente el estímulo inicial cesó, sin nada más que agregar. Al releerlo, note una redacción diferente a como suelo escribir, de hecho, le hubiera dado unos retoques, sobre todo, el sentido a las comas, pero decidí dejarlo tal como me había salido y corregir sólo los errores de lectura.

“Ya no haces, sino que te dejas hacer, ya no te esfuerzas utilizando tu poder porque no es necesario, nada de lo que tu ego haga es demasiado importante, como tú no eres tú, sino que eres nadie, adquieres una nueva identificación dónde no eres, pero te sientes, te percibes, la intuición se expande y eres vital, no decides pero la vida te indica el destino. Sacrificando esa imagen que tienes de ti, es cuando la vida se torna fácil. Puede que te quedes sola, o te sientas incomprendida y fuera del sistema, pero ahora te sonríes porque comprendes y esperas que el que tiene que llegar llegará, sólo si tú no intervienes. Porque tú no eres nadie y no tienes nada que hacer, sólo estar en ti, en tu amor por ti, por la vida y por quienes te rodean, en paz, porque todo está bien, hasta el dolor existencial como la expresión del miedo oculto en tus catacumbas, tiene sentido como el gran maestro.  El tiempo ahora es tu aliado, aprendes a sonreír como el buda, pero sentada en medio del bullicio porque lo que tiene que ocurrir ocurrirá y quien tienen que volver volverá, tanto como quien tiene que llegar llegará y así será la vida que deba ser para ti, para cumplir tu destino que no es ni más ni menos que, hacer lo que solo tú tienes que hacer mientras habites este cuerpo en este planeta”.

Feliz cumpleaños número 50.

Que así sea.

 

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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Cuenta atrás 2. La Felicidad

Cuenta atrás 2. La Felicidad

En mi adolescencia era aficionada a las novelas y telenovelas, vibraba con los personajes y sus dramas encarnando apasionadamente sus papeles. Cuando finalmente los protagonistas en cuestión se encontraban y se daban el sí para siempre, terminaba. Justo cuando podía comenzar a disfrutar sin tensiones de esa ansiada felicidad no había más libreto. Me quedaba con una sensación de vacío, que sólo la cubría comenzando con una nueva.

Lo que se hace intolerante es ese vacío existencial que sólo se llena con melodrama relacional. La montaña rusa llega al fin del recorrido y toca decidir qué hacer ¿Otra vuelta o sentarse a mirar cómo gira?

Ahora prefiero sentarme y mirar la montaña rusa a la que subí, donde grité del horror y lloré del miedo, me quise bajar cuando estaba en la cima, reí histéricamente entre risas desconocidas, en definitiva, siempre estuve sola ante la posibilidad de morir ante el peligro o perder a alguien amado en una curva.

Me imagino la felicidad como poder sostenerme una cinta transportadora, siendo yo una maleta que contiene solo lo importante y dejándome llevar por el destino.

Siento que fui apretado el botón de detener hace algún tiempo y como una locomotora, que va aminorando la velocidad hasta quedar detenida lentamente. Ahora puedo bajar porque todo está en calma, soy capaz de observar y ser objetiva con el juego emocional de la vida en el que ya no me interesa participar. Lo que espero, después de esta comprensión, es ponerlo en práctica y aunque mi ego me ponga zancadillas para olvidarlo, este testimonio que he ido reflejando en estos diez días de reflexión, me ayudarán a volver a contemplar la montaña rusa desde abajo, porque allí es donde quiero estar. Al menos ahora, sé cómo volver a tierra firme  y a mi centro, toda vez que lo olvide.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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Cuenta atrás.

Cuenta atrás.

A once días de mis cincuenta años, siento como la vida manifiesta el destino que tiene pensado para mí. Tengo la necesidad de volver a cero y el deseo de aprender a amarme aceptando todo lo vivido y llevándolo conmigo para el camino que me queda por delante, pero esta vez en paz, con aceptación y armonía de todas mis partes.

          Siento mis cincuenta cumpleaños como un festejo de vida, de transformación y renacimiento. Estos días previos al 30 de octubre serán un modo de sellar en palabras, un proceso que viene dándose en mí del que necesito dejar constancia para ayudarme a recordar cuando en el futuro se me olvide.

          A mis treinta años tuve una certeza, deseo o ilusión, no sé qué fue exactamente, aunque sí lo sentí muy fuerte: el hombre de mi vida existía en algún lugar del mundo y decreté que lo iba a encontrar, afirmando que no me iba a ir de esta vida sin conocerlo. Él se manifestó y me trajo a vivir a la ciudad de mis sueños, Sevilla, yo esperaba secretamente que el amor de pareja me trajera la felicidad en toda mi vida. Ahora a mis cincuenta, desde ese mismo sitio profundo me viene una voz que me dice: aprende a vivir feliz.

         Sé que con la aceptación total se consigue la felicidad, ahora me avocaré a transitarlo el resto de mi vida.

          Iré compartiendo cada día una reflexión acerca de temas claves en mi vida, con la necesidad de mirarlos, honrarlos y dejarlos ir, para seguir mis años venideros más libre de encontrarme en paz, armonía y plenitud.

          Te invito a acompañarme cada día desde el 21 de octubre hasta el 30 de octubre y a vivir tus propias reflexiones.

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El Flamenco con el corazón en las manos.

El Flamenco con el corazón en las manos.

Como aquellas gitanas de la avenida de la Constitución, que junto a su ramito de romero ven allí tu vida entera, eres tú quien tiene que descubrir en tus propias manos tu suerte, tu destino y tu verdad.
 
En la expresión, los gestos y el movimiento personal de tus manos está ese aspecto profundo y emocional de ti. En tus manos está, nunca mejor dicho, descubrir tu mundo interior.
Es con ellas con quien tocas tu corazón y si te fijas, no puedes hacerlo tan naturalmente con ninguna otra parte de tu cuerpo. Presta atención a las veces, en las que señalas tu pecho indicando al corazón cuando hablas de ti y de una forma automática y sin sentido no estás presente en ello. Las manos con sus cinco dedos como los tentáculos de tus brazos y hombros, son la expresión, la expansión, la voz y el lenguaje de tu corazón. Cuando tú bailas, ellas expresan las memorias profundas de tu alma alojadas en tu corazón, tanto si lo sabes o no, esto es así y no puedes controlarlo.
Las manos no son algo que pueda estructurarse como una escobilla de pies, la expresión de las manos es algo que surge con el tiempo a medida que, cómo alumna o alumno avanzado, vas “imprimiendo tu personalidad” o “descubriendo quién eres”. Hay una gran diferencia en estas dos premisas y es el quid de la cuestión desmenuzarlas.
La primera viene del ego, de lo que crees de ti, de tu mente, de la personalidad que él crea para sobrevivir en la vida. La segunda viene de tu corazón, de lo que sientes, de tu intuición y es quien expresa tu esencia. Cuando imprimes tu personalidad a las manos, es tu ego quien se expresa y cuando vas descubriendo paso a paso quien eres, es tu esencia la que se asoma.      
Ellas, las manos, también aprenden a crear una estructura o una forma ideal de ser o moverse siguiendo las órdenes de tu mente, del mismo modo que lo hace el resto de tu cuerpo, pero la diferencia es que ellas son más sensibles al corazón que a la mente y cuando bailas se desmarcan rápidamente del ego.
El cuerpo mantiene la estructura de la colocación dentro del compás, con el paso correcto y bien hecho bajo las ordenes mentales, pudiendo desconectar de la emoción. Ellas, al no tener que sostener ninguna estructura, sincronizan lo que está ocurriendo entre tus emociones y los estímulos externos; respondiendo visceralmente   pueden cambiar de temperatura rápidamente, se humedecen, pican, se calientan, sudan, se mueven sin control temblando o teniendo un tic nervioso. Expresan la inocencia de la autenticidad desde el momento cero, porque están en la línea directa del corazón exhibiendo lo que él siente y que el resto de tu cuerpo intenta disimular. A ellas no puedes exigirles arte, pellizco, flamencura, aunque las entrenes, por el contrario el cuerpo puede vestirse con el disfraz de lunares, pero literalmente, ellas salen desnudas.
El flamenco tiene una técnica y una estructura muy clara cuando de baile se trata. Existe técnica de manos donde la muñeca tiene ejercicios y cada dedo puede entrenarse para adquirir movilidad y soltura. Pero la mano como expresión de unidad, es decir, la palma de la mano donde el tacto es agudo y la percepción es precisa, al punto de reconocer al tacto el rostro de las personas que amamos, no puedes ponerle un guante, una forma flamenca que impida el fluir de la energía de la vida que late en tu corazón, porque pierdes el único punto de todo tu cuerpo que a la hora de bailar flamenco no responde a un método. Las manos se sostienen en la estructura de un brazo bien colocado y alineado, pero son libres de esa armazón.
La India
Terapeuta corporal flamenca, escritora
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Danzar es mirarte por dentro.

Danzar es mirarte por dentro.

Lo que expresas en tu danza es a ti.
Lo que expresas danzando es tu profundidad.
Lo que expresas danzando es tu Ser.
Pero…
            Sé que diciendo pero invalido todo lo anterior y lo hago queriendo. –La psicología de la Gestalt dice que: el pero en una frase anula lo anterior y solo permanece lo que digo después de éste-.       
            Lo que expresas danzando es tu esencia, pero sólo si has aprendido a percibirte, sentirte, intuirte y mirar dentro de tus emociones, de lo contrario sólo estarás danzando con tu neurosis.
            Cuando danzas contigo, lo haces con todas tus partes: cuerpo, corazón, alma y espíritu en total aceptación. Una aceptación que va más allá de lo que puedas comprender y que está más acá de la simple alegría como lo más parecido a estar en paz, disfrutando plenamente  del momento.  Si no trabajas con tu interior, es decir con aquello que hay detrás de una molestia,  un esfuerzo sostenido,  un permanente “no puedo” o aquella premisa de no parar nunca, exigiéndote  al máximo  para calcar una forma de otro; si no desmantelas esas partes de tu personalidad que te impiden danzar con lo más auténtico de ti solo estarás bailando con tu esfuerzo, exigencia y tus parloteos mentales de mamá y papá. Te creerás libre, cuando en verdad solo estás exteriorizando la estética de tus personas internas.

            Sólo se trata de comprender, porque el hacer, qué, cómo o cuándo, viene por añadidura. Sacando las raíces de tus partes profundas y oscuras hacia la luz, éstas mueren. Osho dice: “ninguna raíz que es sacada de la tierra y expuesta a la luz del sol, vive”.  

            Tu deseo de danzar es genuino porque viene de tu corazón, pero tu baile en sí mismo no hace genuina tu expresión, porque quien lo interpreta es tú. Y tú, no lo eres completamente  porque te has dejado partes olvidadas o escondidas detrás de ti, allí en las “Cavernas del Averno”, también de tu corazón.  Este lo guarda todo, tus amores, tus deseos más genuinos, tus miedos y dolores. La combinación del quiero y no puedo que acompaña a cada persona y de la que podremos escapar con la ayuda objetiva de un acompañamiento terapéutico.
            Por eso, danzar es mirarse por dentro y sea lo que sea que encuentres allí debes sacarle a la luz, sólo así dejarás de esconderlo, temerle o negarlo. Entonces tu danza podrá ser personal, atrapante, conmovedora o simplemente diferente y tú habrás sanado un poquito más, entrando en el espacio de la coherencia  entre el hacer del corazón y el saber de tu espíritu, porque la que ha sanado es tu alma. Es ella quien dentro de tu corazón guarda las memorias de los deseos y dolores de tu existencia.
Por eso digo que danzar es expresar  lo que sientes por ti, aceptando sin juicios las emociones de tu corazón en coherencia con tu espíritu, que es quien te guía en el camino.
La India
Flamenca.Terapeuta corporal.Escritora
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