El poder creador de la fantasía.

El poder creador de la fantasía.

El adulto se idealiza insistiendo en imaginarse como ese ser ideal soñado, que el ego necesita para bien valorarse. El niño sin abstracciones, vive el poder creador de la fantasía.

 

El niño crea sus historias fantasiosas y las vive apasionadamente, se enfada, ríe, llora, en el momento presente esa historia es real y la respira de principio a fin. En su mundo, la vida y la muerte coexisten con toda su graduación emocional como dos momentos de la existencia, marcados por el final del juego que dice que es la hora de dormir. La abstracción del adulto, por el contrario, encuentra en la idealidad una escapatoria al futuro, de este modo, se salta los hechos conflictivos del presente, con la fantasía de que dejen de existir sino los siente demasiado en el hoy.

 

La fantasía del niño es en su totalidad vivida en el momento presente. La idealidad del adulto se extiende al futuro para no sentir la frustración del aquí y ahora.

 

La fantasía es la creación real del mundo infantil, el niño encarnando a Superman siente y se expresa con autenticidad en el ahora. El adulto idealiza el ahora gris en los colores del mañana. El niño vive su realidad y el adulto muere por no vivirla, por esquivarla y trasladarse a un mundo ideal por el que trabaja y agota sus fuerzas.

 

La energía necesaria para la vida está en el hoy. En lo que hoy sientes. Hoy ingieres. Hoy digieres. Hoy procesas. Hoy descansas. Hoy te amas. El niño crea, vive y quema sus energías en el presente, ese agotamiento lo vacía cada noche cayendo rendido para volver a llenarse a la mañana siguiente, por eso, su día a día es un renacer constante en el que regenera y expande su vida en abundancia. El pobre adulto, huyendo de lo que es ahora, va desgastándose en su confuso camino hacia aquel ideal de pareja, de trabajo, de ser quien le gustaría ser y de tantísimas cosas que es capaz de imaginar perfectas y relucientes; allí adelante y arriba, la dirección hacia donde ensueña su mirada, que nunca está en la línea recta del presente.

 

Supongo que dejamos de fantasear para comenzar a idealizar, cuando nos convertimos en los ideales que mamá y papá nunca alcanzaron, cuando sentimos que debíamos ser lo que ellos mismos idealizaron y nunca fueron. Así dejamos de encarnar nuestras fantasías, dejamos de lado nuestro poder creador de vida y comenzamos a idealizar las ideas muertas de nuestros padres que fueron trasladándose paulatinamente y con el crecimiento, a los ideales de éxito de la sociedad de consumo.

 

Por eso, el adulto, en la única oración donde coloca la palabra fantasía es en “fantasías sexuales”. Estas son las únicas que guarda en secreto culposo y que con suerte un día, podrá dejar de intentar hacerlas realidad sin sentirse pecaminoso, para compartirlas con aquella inocencia y autenticidad, que alberga en el corazón de su niño interno, en la relación de pareja adulta.

 

Cuando reconocemos y damos lugar a la fantasía que podría concretarse y comprendemos que la idealidad siempre es inexistente, ordenamos nuestras ideas con criterio de realidad. Aprendemos a aceptar lo que es posible y lo que no lo es, aquello que nos gustaría pero que, en verdad no es factible, no está ocurriendo y no va a ocurrir hoy. Entonces, la comprensión llega suavemente y aceptamos que los hechos son los que transcurren en este momento sin reinterpretarlos en la idealidad de aquello que podría ser en el futuro. Porque esa huida del hoy es mucho más dura energéticamente y tiene más costo emocional, que aceptar lo que prefiero no ver porque no me gusta, no me viene bien, o no es lo que quisiera. Para poder pasar página en paz.

El sostener la idealidad detiene la vida, gastando fuertes cantidades de energía mental y emocional, con la fantasía positivista de que siempre se puede. Cuando a veces, muchas veces más, no puedes. Y este es el movimiento de vida, no una quietud de muerte en la que se arbitran los hechos como si no existieran. La idealización es un movimiento mortífero y huidizo que nos mantiene ocupados en la retorta creando el homúnculo que nunca respirará, poniéndonos la máscara de la sonrisa boba y esperanzada que nos asfixia lentamente, nos duerme y nos hace olvidar el poder creador de la fantasía.

La India

T.Corporal. Escritora. Flamenca

www.la-india.es

 

 

Mi cuerpo era mi trauma. Por Silvina Dewey

Mi cuerpo era mi trauma. Por Silvina Dewey

Por aquellos años de fines de los 90, transitaba una etapa de mi vida bastante especial, cuestiones personales, laborales, emociones encontradas. La principal cuestión, reconocerme y reconocer mi cuerpo. Me era totalmente impensable experimentar, elaborar, procesar, sanar  a través de la expresión corporal. Había probado todo tipo de terapias individuales, grupales, psicoanálisis, en nada podía obtener algún resultado o señal para conseguir revertir mi momento.

Vivo en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina a unos kilómetros de la capital de la provincia, ciudad de La Plata y por una hermosa causalidad de la vida y por medio de un familiar me encontré con una profesional que trabajaba todo lo que yo padecía y nada menos que con la terapia corporal ¡Uff, qué difícil!, me sonaba! No tenía mucha referencia al respecto pero sabía que debía aceptar el desafío y lo hice.
Llegar a La Plata para mi primera sesión mientras viajaba, era preguntarme y repreguntarme todo el tiempo ¿Qué hago? ¿Qué digo? ¿De qué le hablo? Quería llegar y que pasara rápido, pero al mismo tiempo no sabía si estando en la puerta entraría ¡Sí! Así como lo relato, era tanto mi complejo corporal, que una parte de mí se negaba a que el hablara y mucho menos se mostrara.

Llegue. Ahí estaba. Sentada en la recepción de un lugar que me transmitía una sensación especial. La India, con esa sensibilidad especial me dijo: “Hola Silvi, vení, entremos. Recuerdo que era un espacio que me pareció inmenso, con un montón de elementos, muchos de los cuales me recordaban a mi infancia, pues con ellos jugaba de chica. Nos sentamos en el suelo, descalzas y comenzamos a charlar y sentí que las palabras solo fluían.

Fue maravilloso, especial, diferente.  Por primera vez en toda mi vida me sentí a gusto, cómoda y sin tanta formalidad hablando de mis dificultades.Y así comencé un camino que me ayudó muchísimo en diversos aspectos.

Fue una experiencia maravillosa, fue La India quien me ayudo a reconocer, aceptar y modificar lo que para mí era prácticamente un trauma: mi cuerpo. A partir de experimentar mis emociones de manera diferente, cada sesión era una enseñanza y una expectativa superada en muchos aspectos.
Pasaron muchas cosas en todo ese y este tiempo, me pasaron. Trabajé junto ella poco más de un año, luego perdimos contacto. La maravillosa tecnología en este aspecto hizo que la vida nos volviera a cruzar, ella allí en Sevilla y yo aquí en Argentina, trabajando de lo que más me gusta, amo mi profesión, me capacito permanentemente, siento que crecer y avanzar en lo que nos gusta es un desafío constante que nos colma de satisfacciones. Aprendí que mi cuerpo es mucho más de lo que exterioriza. La India me lo enseño, fue ella quien siempre me alentó a más, a que todo es posible sabiendo cual es nuestro principal objetivo, utilizando las herramientas que necesitamos y con el deseo permanente de alcanzarlo.
No se pierdan esta hermosa posibilidad que ella nos brinda para que podamos superarnos y transitar un camino único y vivencial que seguro los enriquecerán.

Necesitaría muchísimo más tiempo para contar mi experiencia, pero lo más importante que quiero transmitir, es que hubo un antes y un después luego de esas especiales sesiones con esta India que hoy sigue con la misma humildad, calidez, simpleza y generosidad de cuando la conocí. UNA PROFESIONAL con todas las letras.
Gracias. Gracias. Un Abrazo enorme, mi cariño y especial agradecimiento.

Un Placer, orgullo y un honor poder ver hoy tu crecimiento y saber que seguís conservando tu esencia como excelente ser humano.

Silvina Dewey. Bs As (Argentina)

Gracias de todo corazón Silvina por este reencuentro, por compartir tu experiencia y hacerme saber de tu vida. Es un honor haberte acompañado.

La India

Terapeuta Corporal

www.la-india.es

La Cita, el tiempo tántrico en la pareja consciente

La Cita, el tiempo tántrico en la pareja consciente

La cita, el tiempo tántrico para la pareja consciente.

Obedecemos automáticamente a programaciones sociales que nos han hecho creer, que hacer el amor es el acto casual de encontrarnos en una cama para tener un efímero placer sexual.

El cabo del día en el que cada integrante de la pareja ha vivido su agenda laboral, sus compromisos hogareños y ha atendido a las sensaciones que esto le conllevan -estrés, prisas, presiones- cae en el lecho compartido con cansancio mental y desmotivación sexual, cuestión que dispara una nueva preocupación y la sensación subyugada de ansiedad, al intentar calmar el instinto sexual, el deseo de ternura y la necesidad de descanso.

Las dos personas de la dupla tienen un mundo propio con sensaciones privadas muchas veces inexplicables con palabras, pero que se guardan en el cuerpo y en la virtualidad mental con fantasías y suposiciones. Entre lo que se siente y lo que se expresa, hay un abismo que se hace inmenso en la escena que se recrea a la hora de dormir, en la cama compartida con la persona que hemos elegido para convivir.  El reloj que nos dice a qué hora debemos ir a trabajar, almorzar o coger un autobús, también nos sigue el compás en aquello que dejamos pendiente en la relación, cada vez que el intento fallido de evitar ciertos momentos íntimos, crea una nueva presión en la comunicación de la pareja.

Una frustración angustiante y latente que ni siquiera es posible nombrar, presume que el beso de buenas noches junto a las piernas entremezcladas pueda ser interpretado como un acercamiento sexual; cuando la intención de esa tímida aproximación es sentir la contención del abrazo amoroso que cierre la historia del día, con la sensación de llagar a casa. Muy lejos de esto, la acción a seguir es despedirse hasta mañana con dolorosas excusas y acurrucarse en la soledad del lado propio de la cama.

Los constructos sociales nos proporcionan patrones para las relaciones sexuales: cuánto tiempo debe durar, cómo hacerlo y qué sentir. Cuando existe una convivencia carente de tiempo y espacio en común, las normas impuestas nos abolen la creatividad propia de las necesidades personales y del vínculo, abogando por la falta de comunicación que convierte a la pareja en extraños que se relacionen desde la falta de confianza.

La sexualidad de la pareja es un mundo único que nada tiene que ver con la que nos muestran en las películas. Es una creación absolutamente personal que necesita de tiempo y cultivo. La Cita, es un encuentro maravilloso sin protocolos, aunque planeado, preparado y esperado. La pareja acuerda detener el reloj y apagar el Wifi para mirarse encontrándose emocional y físicamente.

Es el reencuentro con tu cuerpo, para sentirte respirando jadeando y amando a través de la imperiosa necesidad de tocar, respirar y percibir el ser que encarna ese otro cuerpo, que te acompaña en la aventura.

Es la entrega y apertura del corazón, donde es posible sentir el alivio de expresarse sinceramente gracias a un encuentro sagrado que va más allá de un acto placentero de descarga motora como es el orgasmo, va más allá porque lo incluye y lo expande.

En el tiempo tántrico es más importante la calidad a intensidad de un día, aunque sea una vez al mes, que la liviana cantidad de diez minutos dos veces en semana.

Así los amantes deciden crear un tiempo muerto o, mejor dicho, más vivo que nunca: el tiempo tántrico para crear en libertad y aprender a amarse, sentirse, vivirse, compartirse intimando emocionalmente. Un modo de comunicación donde las palabras describen ajustadamente el sentir, la piel se expande con el campo magnético que rodea a ambos y la mirada se abre limpia y sin juicios.

Es el espacio para la unidad de la energía masculino femenina que se hace sagrado y vital entre dos seres que se han elegido para evolucionar en este tránsito por Gaia, teniendo un orgasmo físico, emocional y espiritual con el Universo.

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La India

Terapeuta-Flamenca-Escritora

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Cuenta atrás 2. La Felicidad

Cuenta atrás 2. La Felicidad

En mi adolescencia era aficionada a las novelas y telenovelas, vibraba con los personajes y sus dramas encarnando apasionadamente sus papeles. Cuando finalmente los protagonistas en cuestión se encontraban y se daban el sí para siempre, terminaba. Justo cuando podía comenzar a disfrutar sin tensiones de esa ansiada felicidad no había más libreto. Me quedaba con una sensación de vacío, que sólo la cubría comenzando con una nueva.

Lo que se hace intolerante es ese vacío existencial que sólo se llena con melodrama relacional. La montaña rusa llega al fin del recorrido y toca decidir qué hacer ¿Otra vuelta o sentarse a mirar cómo gira?

Ahora prefiero sentarme y mirar la montaña rusa a la que subí, donde grité del horror y lloré del miedo, me quise bajar cuando estaba en la cima, reí histéricamente entre risas desconocidas, en definitiva, siempre estuve sola ante la posibilidad de morir ante el peligro o perder a alguien amado en una curva.

Me imagino la felicidad como poder sostenerme una cinta transportadora, siendo yo una maleta que contiene solo lo importante y dejándome llevar por el destino.

Siento que fui apretado el botón de detener hace algún tiempo y como una locomotora, que va aminorando la velocidad hasta quedar detenida lentamente. Ahora puedo bajar porque todo está en calma, soy capaz de observar y ser objetiva con el juego emocional de la vida en el que ya no me interesa participar. Lo que espero, después de esta comprensión, es ponerlo en práctica y aunque mi ego me ponga zancadillas para olvidarlo, este testimonio que he ido reflejando en estos diez días de reflexión, me ayudarán a volver a contemplar la montaña rusa desde abajo, porque allí es donde quiero estar. Al menos ahora, sé cómo volver a tierra firme  y a mi centro, toda vez que lo olvide.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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Cuenta atrás 3. La Maternidad

Cuenta atrás 3. La Maternidad

“Cuando nuestra vida se transforma por completo el dolor es la primera cosa que producimos a nuestro alrededor y es necesario comprender que hay numerosos inocentes y muchas vidas son sacrificadas”.(La ley del avance- A.Jodorowsky)

 Esta frase, me hizo un fuerte estruendo, por lo dura y por lo real. Yo me he transformado por completo cuando decidí divorciarme y luego cuando decidí venir a vivir a Sevilla, ambos momentos ocasionaron dolor a mis hijos, a mi madre y las personas que estaban a mi alrededor.

Mis hijos me han guiado desde que tengo dieciocho años, mi vida fue marcada paso a paso por mi amor incondicional para con ellos. Siempre creí que, de no haber sido por ellos, me hubiera perdido por ahí.

Ciertamente no he tomado decisiones cómodas y agradables desde su perspectiva infantil. Los obligué a transformarse con mis transformaciones proponiéndoles desafíos fuertes, sintiendo que eran los caminos a seguir en los respectivos momentos y que por duro que es un divorcio y una migración de continente, siempre tuve la esperanza que sacarían partido y así entonces me perdonarían.

La culpa que cargamos los padres es arquetípica, nadie puede escapar a ella. Ninguna madre es feliz viendo una sola lagrima caer por la mejilla de un hijo, tenga este la edad que tenga. El único alivio es sentir que -es por su bien-. Nos toca decidir por el mayor bien de un ser pequeño, inocente e indefenso, como si tuviéramos tamaña maestría para decidir por la propia vida y por supuesto cargar luego con las consecuencias.

Es difícil aceptar el dolor de los hijos, soportar la rebeldía adolescente tan necesaria para ellos y tan injusta para nosotras. Es difícil observar como pelean con la vida sin protegerlos. Qué difícil es ser “buena” madre y qué lucha innecesaria la de pretender serlo.

Si mi madre hubiera sido la madre que yo soñaba, poco recurso hubiera desarrollado yo en mi vida. Sólo puedo sanarme como mamá cuando miro a mi madre y le agradezco haber sido tal cual fue. Aprendí con ella lo que necesitaba y pude decírselo en vida y aprendo con mis hijos a ser madre y aceptarme como tal, confiando en ellos y en su vida.

Mi niño Emi y mi niña Faus en mi corazón, como parte indisoluble de mí. El hombre y la mujer que son, están ahora maternados por la vida, pero mi felicidad siempre dependerá de sus sonrisas.          Y el niño de mi niña, mi nieto Simón, es el regalo de Amor que la fuerza de la vida me ofrece para seguir aprendiendo.

 

La India

Flamenca-Terapeuta Corporal. Escritora

www.la-india.es