Cuenta atrás 4. Sexualidad sagrada.

Cuenta atrás 4. Sexualidad sagrada.

La intimidad de la pareja es un sagrario al que hay que rendir culto. Un hábito a desarrollar que nos eleva la energía de la relación a su máximo exponente.

No es casual que me sienta enamorada como el primer día. Siempre fuimos muy conscientes de que aquella primera vez en que nos unimos en cuerpo, corazón y alma, queríamos que fuera para siempre, pero no lo dejamos al azar y nunca lo dimos por hecho.

El amor incondicional en la pareja es un camino de evolución, es la gran paradoja en la que cada integrante conserva la individualidad al tiempo que se une al otro.
Al principio el enamoramiento es muy fácil, no hay nada que hacer, ocurre por obra y gracia del espíritu de la pasión que mueve ese amor en todas direcciones. Luego, cuando el asedio de las normas y estructuras nos enfrentan cerrando la montera, vamos olvidando y espaciando esos tiempos tan sublimes de conexión que nos dan la vida. Hasta que, un día de enfado, no tienes nada que te recuerde todo lo que te gusta tu pareja, lo feliz que te hace sentir, lo rico que huele, la textura de su piel. Por el contrario, recuerdas que no es la primera vez que te enfadas por esta cuestión, que las cosas no cambian y que a tu pareja no le importa nada lo que sientes. Un día de enfado, engorda más el saco de las cuentas pendientes.

Cuando en el recuerdo aflora la fiesta de amor del encuentro sincero, entonces el enfado es solo un momento de liberación de energía excedente.

La polaridad en la que existimos aniquila toda posible unidad, nos hace olvidarla por completo con el intento de debilitar nuestras dotes naturales y por supuesto, desnutriendo poco a poco al amor de la pareja y sucede justo en el momento en el que el enfado, ya no les permitió recordar para qué se eligieron.

Para alimentar el recuerdo de la identidad genuina de la pareja, es ideal acordar el tiempo y el espacio en que ambos -adultos absorbidos por el estrés- se disponen a soltar amarras y estar disponibles para abrirse a la penetración física, emocional y espiritual. Una sexualidad sagrada que reconecta a cada quien consigo mismo, a través del mirar en los ojos del ser amado, como si te miraras al espejo.

Así el recuerdo del amor que ambos comparten, se hace fuerte y un día de enfado es solo el juego neurótico, incluso gracioso, en el que ambos se miden y se provocan expresando la fuerza. Es la energía masculina que se completa con la energía femenina de la relación, o sea: la intimidad sagrada y total del encuentro.

Si la energía de la pareja se desbalancea haciéndose solo masculina, se hace guerrera y fálica, pero en su justa medida, equilibrándose con lo femenino y receptivo, la pareja se hace íntima y cómplice completando un ciclo de carga y descarga emocional saludable.

La India
Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora
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Cuenta atrás 5. El dolor

Cuenta atrás 5. El dolor

El dolor de todo lo que hubiera hecho y no hice. En este balance en el que miro atrás y recorro mi vida, me duele haber vivido con tanta prisa. He dejado volar momentos únicos, miradas, espacios de tiempo en abrazos con mis padres, a quienes hubiera podido comprender más en su vida personal y no solo como mis progenitores.

Si hubiera sabido lo que hoy sé, me hubiera amado más, cuidado más, respetado más y así, lo hubiera hecho con mis hijos. El dolor de lo perdido, de lo pasado, de lo que nunca volverá es mi felicidad de hoy para aprender a disfrutar todo lo que el tiempo me da en cada segundo presente, porque el segundo pasado, ya es de él.

El dolor de la vida vivida durante cincuenta años me enseña a ser feliz este instante, aquí y ahora. Hoy me duele cuando en mi introspección sólo oigo mis reclamos y se me olvidan los grandes momentos vividos, que fueron muchos y transformadores. Mi vida no es más dolorosa que feliz, pero sí intensa y no merece que miré atrás y sólo vea el dolor.

Es sorprendente sentir como medio siglo se condensan en este segundo. Mi intención para los años por delante es vivir recordando que me he perdonado, permitirme ser feliz porque sí, en el segundo vivo que la vida me regala todo el tiempo. Y mi deseo es recordar que he aceptado el destino, que el tiempo no tiene sentido si me pierdo en él, que no necesito hacer fuerza para alcanzar metas, porque la vida se encarga de que llegue a mi puerta lo que es mío.

En mí, se está realizando un pacto profundo con la vida, por medio del cual acepto lo ocurrido con aciertos y errores. A sabiendas de la irremediable implacabilidad del tiempo, que no me permite ir hacia atrás con la sabiduría de hoy para ajustar aquello que ha quedado suelto, o rellenar con la pieza que allí faltaba y que entonces fue imposible conseguir, pero que hoy, inútilmente, cae en mis manos como una mota polvo.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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Cuenta atrás 6. El perdón

Cuenta atrás 6. El perdón

¿Cuántas de las veces que has recibido una agresión o te han causado dolor ha sido por la intención clara y directa de lastimarte? ¿Quién realmente ha venido a por ti para hacerte daño? La mayoría de las veces nos sentimos lastimados sin intención real de la otra persona, sino por su propio dolor.

                Con cincuenta años el cuerpo se equilibra, la fuerza merma y se usa comedidamente dando golpes sabios y de efecto -más maña que fuerza, como decía mi abuela-. El corazón comienza a filtrar aquello que realmente tiene sentido, dejando de lado dramas existenciales y vacíos de contenido, pero muy llenos de neurosis sin fin. La mente está llena de “cuentos chinos”, por eso comienzas a olvidar las historias que antes te relatabas con pelos y señales, juicios y reclamos, actuando como víctima. Lo ocurrido se va quedando en una nebulosa y la experiencia es tu gran aprendizaje por el que nunca más volverás a pagar.

El perdón es una necesidad personal, es elegir no guardar rencor, sino agradecer la experiencia y seguir tu camino.

El ser pequeño que hay en ti necesita perdonar a sus padres una y otra vez, hasta que, con el tiempo y la comprensión, ves en ellos la fuerza de la vida que hizo que tú seas hoy, aquí y ahora. En ese instante maduras perdonando a tus padres, recuperando para ti solo el amor que te trajo a la vida y que es mucho más grande que los hechos ocurridos.

El largo camino que se cierne en tu vida adulta, es el de perdonarte a ti aceptando que lo que has hecho, ha sido como has podido, con lo que has tenido y como has sabido. Ahora reconoces en tus acciones el amor tóxico con el que se han movido y aceptas tu falta de herramientas para hacerlo mejor, porque es muy probable que ahora hayas sido tú, quien ha lastimado a otros, sobre todo a hijos. La visión se amplia y te ves como tus padres, recibiendo en carne propia y viva aquello que tú misma has hecho con ellos: reclamar activa o pasivamente respuestas para tu vida. A quién más ibas a pedirle cuentas sino, después de todo, ellos te han traído.

Y el “cuento chino” vuelve a comenzar, pero esta vez te toca estar en el lugar de perpetradora. Por eso, al perdonar te perdonas a ti, porque aquello que tienes que perdonar a alguien, sin lugar a dudas, es lo mismo que tienes que perdonarte a ti.

Perdonarte es la decisión de salir del juego de víctima y perpetrador, aceptando que las cosas fueron como pudieron ser. La única manera de poner remedio es aceptar tu responsabilidad, pedir perdón por ello y perdonar en tu corazón a quien te hizo daño, porque ahora sabes que fue lo mejor que pudo hacer con las herramientas que tenía.

La India

Flamenca. Terapeuta Corporal. Escritora

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Cuenta atrás.

Cuenta atrás.

A once días de mis cincuenta años, siento como la vida manifiesta el destino que tiene pensado para mí. Tengo la necesidad de volver a cero y el deseo de aprender a amarme aceptando todo lo vivido y llevándolo conmigo para el camino que me queda por delante, pero esta vez en paz, con aceptación y armonía de todas mis partes.

          Siento mis cincuenta cumpleaños como un festejo de vida, de transformación y renacimiento. Estos días previos al 30 de octubre serán un modo de sellar en palabras, un proceso que viene dándose en mí del que necesito dejar constancia para ayudarme a recordar cuando en el futuro se me olvide.

          A mis treinta años tuve una certeza, deseo o ilusión, no sé qué fue exactamente, aunque sí lo sentí muy fuerte: el hombre de mi vida existía en algún lugar del mundo y decreté que lo iba a encontrar, afirmando que no me iba a ir de esta vida sin conocerlo. Él se manifestó y me trajo a vivir a la ciudad de mis sueños, Sevilla, yo esperaba secretamente que el amor de pareja me trajera la felicidad en toda mi vida. Ahora a mis cincuenta, desde ese mismo sitio profundo me viene una voz que me dice: aprende a vivir feliz.

         Sé que con la aceptación total se consigue la felicidad, ahora me avocaré a transitarlo el resto de mi vida.

          Iré compartiendo cada día una reflexión acerca de temas claves en mi vida, con la necesidad de mirarlos, honrarlos y dejarlos ir, para seguir mis años venideros más libre de encontrarme en paz, armonía y plenitud.

          Te invito a acompañarme cada día desde el 21 de octubre hasta el 30 de octubre y a vivir tus propias reflexiones.

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Danzar es mirarte por dentro.

Danzar es mirarte por dentro.

Lo que expresas en tu danza es a ti.
Lo que expresas danzando es tu profundidad.
Lo que expresas danzando es tu Ser.
Pero…
            Sé que diciendo pero invalido todo lo anterior y lo hago queriendo. –La psicología de la Gestalt dice que: el pero en una frase anula lo anterior y solo permanece lo que digo después de éste-.       
            Lo que expresas danzando es tu esencia, pero sólo si has aprendido a percibirte, sentirte, intuirte y mirar dentro de tus emociones, de lo contrario sólo estarás danzando con tu neurosis.
            Cuando danzas contigo, lo haces con todas tus partes: cuerpo, corazón, alma y espíritu en total aceptación. Una aceptación que va más allá de lo que puedas comprender y que está más acá de la simple alegría como lo más parecido a estar en paz, disfrutando plenamente  del momento.  Si no trabajas con tu interior, es decir con aquello que hay detrás de una molestia,  un esfuerzo sostenido,  un permanente “no puedo” o aquella premisa de no parar nunca, exigiéndote  al máximo  para calcar una forma de otro; si no desmantelas esas partes de tu personalidad que te impiden danzar con lo más auténtico de ti solo estarás bailando con tu esfuerzo, exigencia y tus parloteos mentales de mamá y papá. Te creerás libre, cuando en verdad solo estás exteriorizando la estética de tus personas internas.

            Sólo se trata de comprender, porque el hacer, qué, cómo o cuándo, viene por añadidura. Sacando las raíces de tus partes profundas y oscuras hacia la luz, éstas mueren. Osho dice: “ninguna raíz que es sacada de la tierra y expuesta a la luz del sol, vive”.  

            Tu deseo de danzar es genuino porque viene de tu corazón, pero tu baile en sí mismo no hace genuina tu expresión, porque quien lo interpreta es tú. Y tú, no lo eres completamente  porque te has dejado partes olvidadas o escondidas detrás de ti, allí en las “Cavernas del Averno”, también de tu corazón.  Este lo guarda todo, tus amores, tus deseos más genuinos, tus miedos y dolores. La combinación del quiero y no puedo que acompaña a cada persona y de la que podremos escapar con la ayuda objetiva de un acompañamiento terapéutico.
            Por eso, danzar es mirarse por dentro y sea lo que sea que encuentres allí debes sacarle a la luz, sólo así dejarás de esconderlo, temerle o negarlo. Entonces tu danza podrá ser personal, atrapante, conmovedora o simplemente diferente y tú habrás sanado un poquito más, entrando en el espacio de la coherencia  entre el hacer del corazón y el saber de tu espíritu, porque la que ha sanado es tu alma. Es ella quien dentro de tu corazón guarda las memorias de los deseos y dolores de tu existencia.
Por eso digo que danzar es expresar  lo que sientes por ti, aceptando sin juicios las emociones de tu corazón en coherencia con tu espíritu, que es quien te guía en el camino.
La India
Flamenca.Terapeuta corporal.Escritora
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